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EL CÓMICO TONTO SIGUE ENTRE NOSOTROS

Peor es posible
Por Darío Rodríguez
@chkinbote


¿Qué es Andrés López? Si pudiera responderse este interrogante se estaría resolviendo, de una buena vez, el complejísimo problema del lazo entre cultura popular con óptima calidad y sin ella que nos gobierna desde el inicio del siglo en Colombia. Puede mencionarse lo que no es Andrés López: no se trata de un pensador ni de un educador, como pretenden sus admiradores más acérrimos; los descalabrados montajes humorísticos donde recopila manías y caracteres colombianos no pasan del chiste privado, de la humorada fácil (esa que se suelta entre amigos o familiares, entre imitaciones graciosas de rasgos ajenos, por lo general los más bajos). López no es ni siquiera un actor ni un humorista pues “La pelota de letras”, su monólogo más célebre, difundido por todo el país, éxito absoluto de público y taquilla, ya no inspira risa sino melancolía. Si es que alguna vez inspiró risa esa burla gratuita del conflicto intergeneracional y del modo en que cierta sociedad acomodada colombiana le ha volteado la espalda a la terrible situación de guerra y miseria en la cual vive. Si este tipo de afectadas y lamentables puestas en escena producen tantos dividendos y son tan divulgadas, si no alcanzamos aún a entender qué es exactamente Andrés López, por qué le agrada a las mayorías, serán vanos los esfuerzos por entender cuáles son los productos culturales convincentes y cuáles contribuyen en serio a la nación.

La respuesta simple a la consagración y al respeto que este narrador de necedades ha obtenido residiría en decir “si tanta gente lo ve, si a tanta gente le gusta, debe ser bueno”. Pero hilando más fino es imposible no concluir que en el fondo a esa “gente”, a esa masa consumidora, admiradora de tantas majaderías provenientes del bufón con saco rojo, le interesa entretenerse con lo liviano, lo pueril, lo burdo. Andrés López les da gusto. Y ellos responden con carcajadas y aplausos, casi agradeciéndole que no les produzca conflictos, que ni de fundas los invite a pensar. Es todo.

O casi todo. Por estos días el impío contador de chistes flojos se estrena como actor de cine en “De Rolling por Colombia”, otro de esos bodrios inconexos a los que nos tiene acostumbrados el realizador Harold Trompetero cuando se propone un golpe comercial. Andrés López en asocio con el director de “El Paseo”: el hambre y las ganas de comer. Sin siquiera conocer el argumento del film puede vaticinarse que tendrá gran acogida. Y que las multitudes se divertirán como enanos delante de él. La agresiva maquinaria publicitaria insiste en imponer la pretendida comicidad de López y de Trompetero, desconociendo esfuerzos de artistas auténticos carentes de difusión mediática. El grupo Música para el pie izquierdo, el mimo Julio Ferro o la compañía de títeres La Libélula Dorada son sólo tres ejemplos entre muchísimos que pueden citarse de artífices comprometidos en búsquedas decentes como desentrañar la complejidad de nuestra historia, de nuestros modos de ser, sin abandonar un humor letal, preciso y sobre todo profundo. Por el contrario, lo que los amos del dinero y del mercado patrocinan y le están ofreciendo a los obedientes ciudadanos del común es una colección de muecas insignificantes, obscenidades y babas. Tal vez se sienten tranquilos porque la sátira que promueven es completamente inofensiva, concebida para fomentar la imbecilidad.

Los públicos deberían informarse mejor, en un intento de conocer otras ofertas humorísticas que los conduzcan a preguntarse, al menos durante unos minutos, por qué eligen al ramplón, al bobalicón relajante por encima de quienes podrían inquietarlos y mientras los divierten llevarlos a reflexionar. Sin embargo, esto es pedir demasiado en un país que sigue prefiriendo las evasivas, las ilusiones baratas, y que responde a lo más importante con esa famosa expresión (aprendida, de hecho, en las barrabasadas de Andrés López) delatora de indiferencia y mediocridad: “deje así”.


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