
BREAKING BAD Y EL SÍNDROME DE LA SUPERIORIDAD
Conocimiento vulgar
Por Ángel Carrillo
@einyeah
Conocimiento vulgar
Por Ángel Carrillo
@einyeah
Aprendimos a calcar con la misma brevedad que balbuceamos las primeras palabras. Con la mismísima torpeza de los primeros pasos. La clase de dibujo, allá en los rincones de la primaria, nunca, jamás, cambió su perfil artístico por la presencia del papel mantequilla, pergamino y el acetato: sustratos translúcidos que permitieron explorar el mundo a través de sus cuerpos cristalinos para hacer un esbozo rápido y violento de la realidad. A prueba y error calcamos para educar, para estudiar el asunto con prolijidad, en detalle. Y calcar, en el mejor de los casos, es eso precisamente, guiar, orientar el boceto que dará apertura, en un nuevo lienzo, a una obra final. Enteramente válido.
De esta manera debería tomarse la adaptación colombiana de Breaking Bad. Metástasis es un calco interactivo, un delineado conceptual idéntico del trabajo de Vince Gilligan que, ojalá, oriente a una audiencia unilateral a nuevas formas de ficción, que logre abrir un sesgo en la necrología nacional que desde hace años viene inmolándose frente a nosotros; eso que llaman abiertamente novelones, culebrones.
No es un misterio, ni el arcano patrio mejor guardado, que la televisión colombiana últimamente ha inyectado sumas navegables de dinero en mano de obra especializada, equipos, pre y postproducción de contenidos repetitivos, etéreos, oportunistas y desfundados hasta el descaro. Y si bien es cierto que hay una pronunciada especialidad en la compra de formatos internacionales, este puede ser el momento para ver esa platica bien invertida. O al menos quedar con el alivio casi divino —en este minúsculo y suertudo episodio— de no tener que contemplar a Marbelle convertida en una reina soberana, decidiendo entre burlas, el rumbo de la música en Colombia. Y eso, realmente, es mucho decir.
Pero el fondo del costal no está roto —tal vez un poco descocido— y todo esto sucede por una sencilla razón: el público.
En cuanto se develó esta intención, la simple idea de adaptar en Colombia una serie de un calibre vigoroso, novedosa y templada, inteligente e inesperada, empezamos a vomitar esnobismo como un grifo roto con una arrogancia casi inmejorable. Algunos, entre el exabrupto jactancioso que desató la noticia, la condenaron por su nombre, Metástasis. Metástasis, Metástasis, me repito y me repito: debieron entonces copiarle el epígrafe de Wikipedia que reza “Volverse Malo”, para recibir acusaciones, igualmente, por la carente innovación en la búsqueda de un nombre coherente y el miserable nivel de inglés que padece el país. Porque todo lo del pobre es robado, y todo ladrón termina —apuntando, arbitrario, con el índice— por volverse malo.
Igual, eso somos, humanos señalando a otros humanos. Radiantes víctimas del síndrome de la superioridad.
Ya lo dijo Leila Guerriero y yo tan caradura, tan sinvergüenza, lo repito, lo calco: “Éramos una legión de silentes o de desaforados, gente con error de paralaje, o gente tratando de encajar, o gente orgullosa de no encajar en absoluto, o gente herida por no encajar en absoluto. Éramos una legión de solos, asesinos seriales en una urbe desmesurada preguntándonos cómo les estaría yendo a los demás —si es que había algo que pudiera llamarse ‘los demás’— sin encontrar la forma de saberlo”.
Hoy por hoy en ese caldo nacional de entretenimiento, en ese veneno visual de dosis diaria, es mejor encontrar un antídoto genérico calcado de un original, que empezar a padecer otros síntomas, tal vez peores. Tal vez mortales.
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