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LA RUTA DEL GUARO

Se empezó a destilar en América gracias a la caña de azúcar que trajo Colón en su segundo viaje, pero tuvieron que pasar varios siglos antes de que desplazara a la chicha. Hoy, su mezcla de alcohol y anís es el embriagante favorito de los colombianos, que consumen alrededor de cien millones de botellas de aguardiente al año. Estos son los catorce guaros que más se beben en Colombia.

 

Por Jorge Esteban Benavides Noguera

Desde que la Fábrica de Licores de Antioquia (FLA) asumió su producción, en 2007, solamente se venden medias botellas, pues las máquinas de la FLA no están adaptadas para envasar las antiguas botellas redondas del trago “opita”. Para garantizar la hidratación etílica en las fiestas de San Pedro, en Neiva, se necesitan cerca de medio millón de unidades de Doble Anís.
El guaro más vendido en Colombia se fabrica desde 1920, época en que el aguardiente tenía hasta 45° de alcohol y una botella costaba 3 pesos. Su sabor, una combinación de dulce con picante, lo ha hecho merecedor de una decena de distinciones internacionales en los últimos cuatro años.
Más de un siglo de historia tiene el aguardiente insignia de los bogotanos. Si bien el azul y el verde son cada vez más apetecidos, el tradicional rojo, galardonado este año con la medalla de plata por el Beverage Testing Institute de Chicago, sigue siendo el macho alfa de la familia Néctar. El jurado del concurso lo calificó como un aguardiente seco, sutil y con aromas puros de anís.  
En 1950 se creó la fórmula del guaro de los caldenses, que primero se llamaba Aguardiente Blanco pero seis años después se relanzó con el nombre que hoy conserva. Durante su proceso de elaboración se emplean mieles de primera calidad, extraídas de la caña de azúcar, y agua proveniente de los manantiales del Nevado del Ruiz.
En el año 2000, la Licorera de Nariño vivió la misma historia por la que han pasado varias fábricas de licores en Colombia. A causa de una pésima administración, el departamento se quedó sin uno de sus emblemas: el legendario Aguardiente Galeras; no obstante, dos años después la región volvió a tener su trago oficial, pero desde entonces con otro nombre: Aguardiente Nariño, caracterizado por su intenso perfume de anís. El “nariñito”, como se le conoce en Pasto y sus alrededores, es el guaro ideal para disfrutar del Carnaval de Negros y Blancos.
Desde 1980, este es el licor favorito de los boyacenses –después de la cerveza, lógicamente–. Aunque otro de los productos estrella de la Industria de Licores de Boyacá es el aguardiente Ónix Sello Negro (para muchos el papá del Líder y famoso por sus 35 grados de alcohol), no hay duda de que el trago que más se vende es el Líder en su presentación sin azúcar.
Una regla implícita en cada departamento de Colombia es beber el aguardiente local; sin embargo, esto no sucede en el Quindío, donde el Antioqueño es el rey. El Aguardiente Quindiano, que se lanzó al mercado en 1991, pero debido a inconvenientes gubernamentales apenas estuvo a la venta un par de años, regresó en 2004 con un objetivo claro: aprovechar el furor del turismo en el Eje Cafetero. Así, los forasteros son sus principales consumidores.
La Industria Licorera del Cauca se precia de producir “el mejor aguardiente del mundo”. La Monde Selection, una organización belga que certifica la calidad de productos de todo el planeta, le otorgó en abril de 2012 una medalla de oro, por segundo año consecutivo, al tradicional Aguardiente Caucano. “El Roñoso”, como lo bautizaron los caucanos por los rombos en relieve de su botella, tiene un sabor fogoso que lo hace inconfundible; además, antes de que culmine este año, el Caucano comenzará a exportarse a Chile, México y Rusia.
  Este aguardiente es famoso por no producir guayabo. La Unidad de Licores del Meta asegura que la explicación es científica, pues en su elaboración se emplean aguas altamente purificadas y bajos contenidos de ácidos volátiles y esteres. Después de más de 50 años de tradición, en la Orinoquia no se cansan de decir que “Llanero toma Llanero”.
Esa famosa letra que dice “A mí deme un aguardiente, un aguardiente de caña, de las cañas de mis valles y el anís de mis montañas”, la compuso el músico Rafael Godoy, tan tolimense como este guaro que en la boca es dulce y en la garganta ardiente.
Uno de sus saborizantes es la badiana china, una planta conocida también como anís estrellado. El Tapa Roja, como buen “pijao”, es hincha del Deportes Tolima: por cada botella vendida, le aporta $350 al equipo de fútbol. Además del tradicional, están el Tapa Roja sin azúcar y el Ice, mentolado y refrescante.
Cada diciembre, en plena Feria de Cali, se venden más de tres millones de botellas de Aguardiente Blanco del Valle, que por más de 80 años ha ayudado a emparrandar a los vallecaucanos. El Blanco sin azúcar, el tradicional y el Ice son sus tres presentaciones.
Cuando un caqueteño se va de su tierra, la costumbre es que lleve en la maleta una botella de Extra del Caquetá. Este aguardiente, que nació hace 45 años, se caracteriza por la suavidad de su sabor, pues nadie hace muecas al tomarse una copa. Llamado antiguamente Florentino o Extra Tridestilado, desde hace cuatro años lo fabrica la Industria Licorera de Caldas, luego de la quiebra de la empresa de licores del departamento.
Durante los más de diez años que este aguardiente estuvo por fuera del mercado, el Antioqueño reinó en la región, pero en agosto pasado resucitó para volver a ocupar un lugar exclusivo dentro de la oferta de licores del departamento. La versión light es la que más se vende porque, según los putumayenses, no produce guayabo.
Este aguardiente del Chocó vio la luz en 1970. Cuenta la leyenda que a los bebedores de esa época les gustaba tanto tomar aguardiente que aseguraban que provenía del metal más precioso: el platino. De ahí el nombre del único aguardiente costero en Colombia.

 

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