
CHRISTIANIA: LA CIUDAD SIN DIOS NI AMO
Foto: Hugo Guyader.
El sitio que más visitan los turistas de Copenhague, la capital de Dinamarca, es la escultura de La Sirenita, basada en el cuento infantil que lleva el mismo nombre. El segundo lugar de la lista lo ocupa una ‘ciudad libre’, que por más de 40 años se ha regido a su propia manera.
Desde 1971 existe en Dinamarca una zona libre y autogestionada; una república independiente llamada Christiania. Sus 800 habitantes no se acogen a las leyes del reino danés, de la Unión Europea o de cualquier otra legislación internacional. Al contrario, los ‘christianianos’ no reconocen de la propiedad privada, permiten consumir hachís y no dejan transitar carros por sus calles.
Ubicada en la isla artificial de Christianshavn, en la parte centro oriental de Copenhague, Fristaden Christiania (Ciudad libre Christiania) es en esencia una comuna hippie. Fue fundada el 26 de septiembre de 1971, cuando colonizadores del hippismo se instalaron sobre cuarteles militares abandonados. Su intención no era otra que desarrollar una sociedad alternativa con sus propias reglas e independiente del gobierno local.
“El objetivo de Christiania es crear una sociedad autogobernada, mediante la cual todos y cada uno de los individuos se regula responsablemente a sí mismo por el bienestar de la comunidad entera. Nuestra sociedad ha de ser económicamente autosuficiente y, como tal, nuestra aspiración es ser firmes en nuestra convicción de que la miseria psicológica y física se puede evitar”, declaración del periodista Jacob Ludvigsen en la fundación de Christiania.
La arquitectura del enclave se compone de edificios en ruinas pero restaurados al gusto de sus habitantes, decorados con materiales reciclados y pintados de grafitis y murales. Entre otras de sus particularidades están los percheros públicos, la sauna comunal y la cerveza oficial de Christiania, elaborada según procesos de agricultura ecológica.
Foto: Andrés Guerrero.
Hoy en día, alrededor de 600 adultos y 200 niños viven en Christiania. En sus 34 hectáreas, hay 14 vecindarios diferentes que forman sub-comunidades, y 50 negocios entre bares, cafés, talleres artesanales y restaurantes. Todos los habitantes se conocen entre ellos mismos y si alguien quiere mudarse a la zona, primero tiene que ser aceptado por votación de los residentes.
A pesar de que Christiania no se rige por las leyes de Dinamarca, dentro de la comunidad también existen normas para facilitar la convivencia de los habitantes. Las únicas prohibiciones son:
No armas.
No drogas duras.
No violencia.
No carros (solo bicicletas).
No insignias de motociclistas.
No ropa a prueba de balas.
No venta de juegos pirotécnicos.
No uso de thunderflashes (especie de pólvora).
No bienes robados.
Si algún habitante irrespeta las anteriores reglas, puede ser expulsado inmediatamente y para siempre de Christiania.
La bandera de Christiania muestra las tres íes de su nombre.
Pero Christiania no es un edén de la paz como parece a simple vista. Por sus calles se presentan distintos episodios de violencia, incluyendo tiroteos entre los gánsteres que se pelean el control del negocio de drogas, pues la independencia de Christiania facilitó que las mafias también se instalaran en la zona.
“Desde que uno entra se da cuenta que se está en otra parte. Se ve gente muy extraña: desde hippies de vieja data hasta dealers muy ‘fritos’, con cara de psicópatas”, cuenta el periodista colombiano Santiago Cortés, quien estuvo de paseo por Christiania el pasado mes de julio.
El Green Light District es precisamente uno de los puntos en donde se presencian las escenas más impactantes de Christiania. Allí es posible comprar drogas suaves como marihuana o hachís al igual que en cualquier confitería. Cada quien escoge lo que quiere, lo pesa y lo compra. El gramo más barato de ‘yerba’ cuesta alrededor de 80 coronas danesas (unos $25.000). Antes de entrar a esta zona, hay cuatro instrucciones claras: “divertirse, no correr (crea pánico), no tomar fotos, y comprar y vender drogas no deja de ser ilegal”.
“En el ‘distrito verde’ tomé una foto y de una se me vino un tipo vestido de negro. En buen tono, me dijo que le muestre la foto y me la hizo borrar. Según cuentan, esa gente de negro es la que maneja el negocio de las drogas y conoce la cara de todos los policías de Copenhague”, relata Cortés.
Foto: Blog Hulza.
“Me dio la oportunidad de tener una vida que no era aburrida’, contó a la BBC Kerstin Larson, una antropóloga que por más de tres décadas ha vivido en Christiania. “Estoy muy orgullosa de lo que hemos hecho. Esta es una ciudad de artistas libre, somos eco-amigables; pero no es una sociedad ideal, es una sociedad alternativa”, señaló.
Por muchos años Christiania ha peleado su autoproclamado derecho a emanciparse de las leyes del país al que pertenece. Y lo ha conseguido, ya que el gobierno danés no ha podido expropiar la zona bajo la excusa de la presencia de organizaciones criminales y el interés subyacente de que Christiania se ubica en uno de los lugares más exclusivos de Copenhague.
La única obligación de los habitantes es pagar servicios e impuestos que, con el considerable aumento de las tasas, son el único enemigo que se interpone en el futuro de esta 'ciudad sin reglas'. Mientras tanto, al salir de Christiania, hay un letrero muy puntual: “Estás entrando a la Unión Europea”.