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Cartel Urbano
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EL FOTÓGRAFO DE SOCIALES

 Fotos: Hugo Rubiano. Texto: Jorge E. Benavides Noguera.

Desde hace mucho tiempo las páginas de sociales han hecho parte de periódicos y revistas. Detrás de las fotografías de cocteles y bodas, hay personas llenas de carisma que retratan a famosos, políticos, empresarios o cualquier otro personaje que posa para su lente.

 

Lucas Cano es un paisa que por más de cinco años ha vivido de la fotografía social. Se inició en el portal 2nigth de Bogotá, sitio web que registra las rumbas y eventos más sonados de la capital. Al poco tiempo, Lucas se convirtió en el director de 2night y desde octubre de 2011 es el fotógrafo oficial de la revista Jet-Set.

En la inauguración del Casino Crown de la Zona T, el pasado 15 de agosto, Lucas contó a Cartel Urbano los secretos, rutinas y gajes de su labor. El casino abrió sus puertas a lo grande, con whisky, farándula, Gilberto Santa Rosa y ‘pintas’ elegantes en todo lado. Situación ideal para conocer de cerca el oficio de un fotógrafo que depende de su buena actitud para retratar famosos, poderosos y ‘bonitos’.

“Es muy poquita la gente que sabe hacer sociales y que las hace bien. Hay que tener un carisma para poder agradarle a la gente y acepten tomarse una foto”, dice Lucas para dejar claro que su trabajo no es trivial.

Según él, muchos fotógrafos creen que su labor es demasiado fácil y relajada, que se resume a pasarla bueno en los eventos, pero ha visto a muchos colegas negados para la fotografía social. De ahí que para los medios impresos y digitales no es sencillo dar con la persona indicada en el cargo.


Pero no solo es cuestión de personalidad; el nombre también importa. Jet-Set es una revista que para su público objetivo representa estatus el hecho de aparecer en sus páginas. Lucas lo sabe, y por eso no le es extraño que las mismas personas lo busquen para tomarse la foto.

Sin proponérselo, el fotógrafo pasa a ser miembro del círculo social al que tiene que capturar con su cámara. Personas como la empresaria de comunicaciones Margarita Calle, Clara Támara o Amparo Grisales lo saludan como a un viejo amigo.

“Uno aprende a identificarlos. Hay personajes que uno no puede pasar nunca. No son ni celebridades. Es gente importante del medio, políticos, empresarios, todos los que son dueños del país. Si en un evento está el presidente, el presidente tiene que aparecer así no quiera la foto”, asegura Lucas.

Sin embargo, usualmente el fotógrafo de sociales está acompañado por un periodista que reconoce, con nombre y cargo, a cualquier integrante de la farándula o del jet set criollo. El periodista decide a quien sacarle foto, su compañero la toma y tal cual, sin ningún retoque, se publica.

“Las mujeres más que todo le hacen repetir la foto 500 veces hasta que ellas crean que está bien. Así uno les diga que está bien, perfecta, pero no: ellas quieren como si estuviera retocada en Photoshop allí en el mismo instante”, cuenta Lucas.

“Realmente no hay un ícono de la fotografía social en Colombia. Yo arranqué solito con mi propio estilo; de pronto hay referentes como Vanity Fair, en donde se toman fotos más casuales, pero acá a la gente le gusta aparecer como son: súper bonitos y súper posados. Y nada más”.

Los famosos son marcas que necesitan venderse. No es raro que muchos vayan a los eventos únicamente a tomarse la foto e inmediatamente abandonan el sitio. Es ahí donde el fotógrafo debe estar atento, porque de antemano conoce los personajes más destacados que asistirán y que no se le pueden escapar. Aquí también son importantes los jefes de prensa de los lugares, los que tienen la lista de ‘fotografiables’.

A Lucas le agrada su trabajo sobre todo por la constante interacción con la gente. En cada cumpleaños, boda, lanzamiento o coctel, puede conocer a personas que le servirán de ayuda en un futuro. En una palabra: contactos.

Dice que también a veces la pasa bueno en algunas fiestas, pues “se cansa de comer langostinos y caviar, de tomar champaña y vino”. Y no faltan tampoco los piropos de las chicas y ‘catanas’ que frecuentan los eventos de la alta sociedad. Pero hasta ahí no más.

Otro beneficio es la posibilidad de trabajar para varios medios en una misma actividad. A no ser que el fotógrafo tenga exclusividad con algún medio, puede tomar fotos de interés para otras publicaciones. Chismes. Esas fotos de paparazzi que llegan sin esperarlas, y por lo general las pagan muy bien.

Claro que el trabajo tampoco se salva de los momentos aburridos. A veces el fotógrafo solo va a los eventos a perder el tiempo, ya que las personas que son ‘publicables’ nunca llegan. Cansa también tomarle fotos a una persona varias veces en una misma semana, aunque eso implica que surjan los lazos de amistad.

Pero, quizás, lo más desgastante del oficio es sacrificar eso mismo que le da sustento: la vida social. Mientras todos están de fiesta, el fotógrafo trabaja. Aunque no falta el que agarra la cámara con una mano y sostiene el trago con la otra. No es el caso de Lucas.

 

En una hora, máximo dos, el fotógrafo ha cumplido su trabajo. De él depende si sale para su casa o si se queda un tiempo más en la fiesta. Lucas decide quedarse. Dentro del lugar es tal vez una de las personas más conocidas -no es una exageración-, y por eso no le ve problema a guardar la cámara y pasar un rato amable con la gente a la que retrata para ganarse la vida.

 

 


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