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Cartel Urbano
A

UN PITBULL EN EL PABELLÓN DE LA MUERTE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La semana pasada, presuntamente involucrado en una tentativa de homicidio, un pitbull de tres años se salvó de la pena de muerte. Nadie sabe su nombre y tampoco le han asignado un código en el centro de zoonosis del Distrito, en el noroccidente de Bogotá, donde está recluido desde hace cuatro meses.

Su actitud violenta, comprobada y recuerrente, contra los humanos han hecho que sus cuatro patas hayan sido permanentes invitadas en el callejón de los sacrificios. De su historia se sabe poco, su actitud hace pensar que tuvo amo y techo, sin embargo, fue la policía quien lo llevó hasta el centro, reportando la aparente participación del animal en peleas clandestinas y en un caso en el que estaba en juego la vida de un ser humano. 

Sus primeros diez días en el centro fueron suficientes para confirmar que las reacciones iban más allá del instinto de defensa natural, incluso estuvo bajo el cuidado de un voluntario holandés que se consagró en su proceso de resocialización sin ningún resultado. Este perro de 35 kilos, contextura maciza, orejas recortadas, ojos claros y mancha en el pecho recibe dos raciones de comida al día, una a las seis de la mañana y otra a las dos de la tarde. Para alimentarlo y lavar la jaula donde pasa los días es necesario enlazarlo para asegurarlo y trasladarlo a otro sitio mientras limpian su espacio y le ponen comida. 

 



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Aunque es uno de los internos con mejor estado de salud, el diagnóstico de su registro lo cataloga como un perro altamente agresivo con humanos y animales. Esto no ha sido un impedimento para que varios defensores de los derechos de los animales, metan las manos al fuego para evitar su sacrificio. Justo hace una semana cuando parecía no tener redención, una petición de último momento a la Fiscalía lo salvó de un destino que parece tener escrito. 

Para especialistas como el veterinario Claudio Gerzovich Lis, aunque esta raza tiene algún grado de predisposición a reaccionar agresivamente por su crianza selectiva, su capacidad atlética o la tolerancia al dolor y el estrés, su comportamiento depende más de la formación que recibe en las primeras doce semanas de vida. "Si no se le marca la jerarquía, se va a sentir importante en la familia y va a ser agresivo", sostiene el experto. 

Es decir, más allá de pensar que algunas razas son peligrosas por naturaleza, las conductas agresivas también dependen de factores externos como la educación, la soledad, la falta de entretenimiento o el simple instinto de supervivencia para defender su territorio, proteger sus crías o mantener los órdenes jerárquicos. Por ahora, este animal se salvó de la muerte, pero para muchos es solo cuestión de tiempo para que el can afronte su destino final.

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