
AÑO NUEVO/MISMA VIDA
24/Dic/2012
Desde el ombligo
Por Gonzalo Valderrama
Hoy no opino. Narro. Opine usted.
Desde el ombligo
Por Gonzalo Valderrama
Hoy no opino. Narro. Opine usted.
El 31 de diciembre de 2012 -diez días después de que el mundo creyó que no había terminado mayamente- me levanté a las 11:30 AM, luego de una noche maldormida, a lo Gregorio Samsa, pero sin metamorfosis; desayuné, al mediodía, cosas sólidas, líquidas y coloidales; fui al gimnasio para hacer 60 minutos de cardio, musicalizado por Nothing Else Matters, versión remix; me bañé el cuerpo humano, con énfasis en axilas, ingles, cuello y plantas; le escribí una carta a mi odiada amante, y leí una de mi amada exnovia; me masturbé mentalmente, haciendo zapping desde el canal 100 hasta el 999 (DirectTV); hice una parada para observar, sin audio, la sección de entretenimiento del noticiero, un noticiero. Famosos y famosas se casan, se divorcian, paren hijos y adquieren más fama e infamia. Luego, lo menos importante: salí a almorzar a lo de mi madre. Una vez digeridos los alimentos, decidí salir a darle la vuelta a una manzana de concreto para no ser saludado por nadie y, de paso, pasear el bolo alimenticio hasta que el hambre regresara a mis entrañas. Reentré a mi hogar aparta-mental, y vi una película pirata sobre la vida en un planeta que no era éste. Soñé despierto que yo era el amante de una secretaria trilingüe y que le hacía el repudio sobre el escritorio. Eso, en 4, tampoco se ve. Entonces me dormí, sin soñar nada, y desperté a las 6:00 PM. Por lo tanto, me dio por querer hacerme rasurar el cráneo y afeitar la faz, como todos los 31, desde hace 20 años humanos. Un día común.
Pero, cuando salí del rasuradero, sentí una atmósfera eléctrica, de tensión colectiva y agite de motores. Yo estaba hipersensible, por carecer temporalmente de pelos de testa; y notaba cómo transeúntes, conductores y conducidos iban de allí para acá, como locos de afectividad. Sospechosamente, no llovía; y los semáforos se demoraban más de la cuenta en cambiar de color… Se trataba de la angustia masiva del fin de año: esa cosa que les da a ciertos terrícolas cuando la Tierra cumple su ciclo solar, y los almanaques de viejas empelotas se vuelven automáticamente obsoletos. Recordé el meme del tipo trabado que dice “El año nuevo es como el cumpleaños del tiempo”. No reí.
Mi único agüero finianual es el que ya les mencioné: anular mi cabellera, como para tener la impresión de que todo vuelve a comenzar; y para no tener que pensar en peinados durante el trimestre que le tomará a mi cabello (sí, se dice cabello)volver a su longitud legal.
Para mí (y muchos otros), el tal 31 de diciembre es una fecha como cualquiera, similar, en nuestras mentes, a todas las demás; pero parece que, en el ánimo popular, la cosa es de otro color: rojo histérico, amarillo cuco, gris depresivo, verde esperanza, etc.
Por ese motivo, apenas llegué a mi guarida, recibí una llamada de tía que me invitaba a pasar esta significativa fecha en compañía de otros seres consanguíneos, porque era 31 y tocaba celebrar la llegada de 2013, ya que el mundo seguía en pie, bla bla bla. No me pude negar.
A la media hora, la tía Stella llegó por mí en su Fiat Topolino, y me abdujo hacia una casa en el barrio Santa Celestina para compartir las últimas horas de este año bipolar en compañía de 45 Valderramas más.
Comimos paella, hecha por la prima Olga; bebimos sabajón, hecho por el primo boyaco de Baco; y bailamos chucu-chucu, al son de López Pastor. Ellos fueron felices… yo no.
En el clímax de la fiesta (11:00 PM), yo tuve que desertar, ya que mi santa madreselva me esperaba en su casa para consumir conmigo un tarro de galletas Caravana, una botella de Moscato Pasito… y hacer el conteo regresivo, dirigido por el Varón de Jorgelandia, hacia las 00:00 del 1 de enero de este año, el de la rata y del queso envenenado.
El reloj marcó la ansiada hora; las uvas de la ira fueron ingeridas… y todo siguió igual. No era como prometieron y esperaron que sucediera: la prosperidad, la paz y el amor permanecían intactos, represados en sus madrigueras. Tal vez 2014 marque la diferencia. Faltan 51 semanas. Tengo fe.