
SARDINAS CITADINAS (A BORDO DE UN TRANSMILENIO)
El pescado citadino lo sabe. Sabe que día tras día, debe hacer frente a esta vejación, pero uno de los avisos en las pantallas de las estaciones del sistema podría prepararle: “Si quiere usar el expreso, recuerde que debe dejar atrás su dignidad. Feliz día”. Una señal o alguna pista, en todo caso, que prepare a la mujer arreglada que deberá vérselas con el obrero capitalino en celo y recordarle a la viejita con caminador que va a hacer frente a una turba agresiva y recién levantada, a un cardumen que se pelea a dentelladas y coletazos cada centímetro de espacio y de aire. Avisos que le recuerden al usuario la lucha por venir. Este puede escoger evitarla y renunciar, o afrontarla como mejor le parezca.
Maneras de afrontar esta realidad bogotana y crearla, encontramos tantas como colores o alientos. Está el estilo del pescado envenenado con más mercurio, rabia o rutina de la cuenta, que se sube a buscar pelea con cualquiera y también el pez corbata, que simplemente cuelga del bus, balanceándose al ritmo de cada sacudida mientras bosteza. Está el pez espada que se sube con gafas oscuras y ocho meses sin caricias, buscando donde afilar o estocar, mientras se abre paso con una sonrisa y una grabadora que canta: “I Like big butts and I cannot Lie”. El peZen es elque, escondido en sus audífonos, obviando los rodillazos, codazos y empujones, intenta meditar. La concha marina, también se ve a menudo, explayada en cualquier espacio libre del suelo, ocupando el de 5 sardinas. Esta el pesusto, además, que teme a cada cosa que se le acerca y pasa su viaje esquivando el codo que le amenaza, a milímetros de su cabeza, mientras la aleta veloz del pez lizo ya se desliza dentro de su mochila…
Sardinas citadinas hay para todos los gustos, para todos los estudios de todas las ramas científicas y artísticas. Este es apenas un vistazo a una parte del menú de la ciudad. Y tras esta corta mirada como aperitivo, extiendo un consejo, un reto y una invitación:
1: Si alguien pasa por Bogotá con una intención seria de hacer turismo- o un estudio sociológico, o psicológico, de carácter colectivo- está obligado a usar el medio que transporta la gasolina que mueve este motor capital. Aquí no encontrará a los inasequibles altos mandos, es obvio; tampoco a algunos mandos medios que se mueven en su carro, no: aquí se mezclará con el combustible puro y crudo que nutre los engranajes de la ciudad. Si es conocerla lo que se propone, seriamente, y desea dar una mirada cuidadosa a la paleta de sus colores y olores caracterde lentes oscuros miento a la ciudad capital invitacie su jugo. a bajo su cargo, lo invito a tomar un expreso a esa hora, anaan ísticos, tiene que enlatarse, alguna vez, en uno de estos buses, a una de estas horas.
2: A usted, aventurero, fiestero electrónico de bodega, rockero de conciertos superpoblados, conciudadano del mundo, lo reto a subirse a un bus expreso de Transmilenio a las 6 p.m., como entrenamiento y, en todo caso, como un grandioso experimento contra el miedo, y en pos del equilibrio y el autocontrol.
Y 3: A usted, señor congresista y político, propietario de varios vehículos públicos y privados, lo invito a que pruebe el sistema de su ciudad, a que tome un expreso a esa hora, aunque sólo sea una vez, e intente salir del núcleo de esa célula agonizante que es el centro de Bogotá a esa hora de la tarde. Le extiendo esta invitación, con la esperanza de que pueda usted entender su labor desde una perspectiva de mayor envergadura y compromiso para con la comunidad que representa.
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