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Cartel Urbano
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EL OSCURO ENCANTO DE LA MAFIA

La sombra del asesino
Columna de Miguel Mendoza
 
La sombra del asesino
Columna de Miguel Mendoza
 
Vito Corleone (Marlon Brando), el día de la boda de su hija, le reclama a un hombre que suplica su ayuda por no tener la cortesía de llamarle padrino. El Don ofrece un emotivo discurso sobre el honor y la lealtad a la familia. Clemenza, el hombre de confianza de los Corleone, le enseña al joven Michael la manera ideal de cocinar spaghetti para un grupo de matones. Tom Hagen, el consiglieri de la familia, besa la mano de Michael Corleone como sello de su ascenso al poder.
 
Todas estas escenas (apenas he señalado algunas de mis favoritas) definieron la estética e incluso el código de honor ilusorio de lo que se supone fue la consolidación de la mafia italo-americana de la primera parte del siglo XX. ¿Hubo una época dorada, romántica, de la mafia? ¿El lirismo que logró imprimir Mario Puzo con su novela y luego Francis Ford Coppola en su grandiosa película al escabroso mundo del crimen organizado de la Cosa Nostra, tenía bases reales?
 
Los historiadores de la mafia (existen y no son criminales) coinciden en que el origen de la mafia italiana del siglo XX guarda sus raíces en tierras sicilianas. Dicha isla sufría desde el Medioevo un conflicto de abuso del poder por parte de terratenientes, situación que dio origen a la conformación de grupos de rebeldes que se oponían al control de las tierras. Tanto los "propietarios" como los campesinos entraron en un juego de disputas donde el gobierno mediaba a favor del mejor postor; los diferentes grupos enfrentados terminaron por definir la esencia primordial de las organizaciones delictivas.
 
La figura más clara del proto-mafioso fue la del gabelloti: suerte de paramilitar dedicado a presionar a los campesinos a favor de los propietarios de las tierras. Otros mafiosos surgieron de la unidad familiar derivada de dicho abuso; unidad sujeta a profundos códigos de respeto y pertenencia; de ahí la noción de hombre de honor. Dicha origen moderno de los mafiosos se refleja en la película El Padrino II, durante la génesis criminal de Vito Corleone cuando éste decide matar al extorsionador Don Fanucci, La mano negra. En dicho conflicto entre el poderoso Fanucci y el humilde Corleone, se reconoce una suerte de mafioso "malo", aquel que explota y soborna a su propia raza; y otro "bueno", un Robin Hood benefactor de los desvalidos.
 
Ya sea que haya surgido como sociedad de honor, como forma de control paramilitar de los campesinos, como estrategia de resistencia contra los poderosos, o como vil organización para delinquir, resulta indudable que la mafia siciliana y posteriormente la italo-americana, tuvieorn el poder de corromper las diferentes esferas de poder. Juego, drogas, licor, prostitución, fueron sus pilares donde muchos nadaron y bebieron el dinero bañado en sangre.
 
La edad dorada de los padrinos invoca a Carlo Gambino, el modelo retomado por Puzzo para su personaje de Vito Corleone. Presumible amigo de los pobres, hombre de familia, reacio a los negocios con drogas, pero también conocido por su radical noción de venganza.
 
Nombres míticos como los de Lucky Luciano, recordado por salir ileso de varios atentados y por ordenar el asesinato de sus opositores (también por ayudar a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial al brindar información sobre las rutas marítimas para desembarcar en tierra italianas); Salvatore Maranzano, Capo de todos los capos de la mafia neoyorquina, que además de organizar las familias definió la llamada Comisión la cual era la encargada de aprobar la ejecución de los traidores; y por supuesto Alfonso Capone, Caracortada, líder de la mafia de Chicago durante la década de 1920, amante de la ópera y también señalado por ordenar la cobarde Masacre de San Valentín; evocan periodos sangrientos donde la mafia controló, no solo el contrabando del entonces prohibido licor, sino las finanzas oscuras e incluso el curso político de la nación.
 
Las mafias posteriores de todo el mundo copiaron el sistema piramidal de familias de la Cosa Nostra; adoptaron la organización de rangos a partir de la figura de un Don; imitaron también la venganza a los traidores por medio del asesinato de sus familiares; y por supuesto, la infiltración en el gobierno y el lavado de dinero con fachadas impecables.
 
Con el paso del tiempo, las nuevas mafias (rusa, japonesa, mexicana, etc.) se han visto obligadas a ser menos visibles y a enmascararse en las altas esferas del poder político. En Colombia ha logrado la invisibilidad por medio de una táctica de camuflaje inaudita: exponerse a la vista de todos (con lujos incluidos).
 
Las cuentas de cobro con cabezas de animales, el asesinato a sangre fría de los traidores (incluidos los propios hermanos), el lavado de dinero en territorios centroamericanos, la ambición desmedida por el poder que implicó largas vendettas, son también escenas de El padrino, las cuales resultan ser referentes más exactos de los excesos de la mafia verdadera.
 
Nunca hubo, en ningún lugar del mundo, una época dorada de una mafia esplendorosa. La elegante etiqueta que caracterizó a elegantes capos como Bugsy Siegal (el precursor de los casinos en Las Vegas) o Sam Giancana (amigo del excontrabandista de licor Joe Kennedy vinculado a la compra de votos para el ascenso a la presidencia de John F. Kennedy), eran apenas una fachada de su personalidad antisocial. Tampoco en nuestro país, contrario a lo que muchos aún creen idílicamente, tuvimos una mafia heroica.

 

Nuestra mafia de antaño, encabezada por Pablo Escobar, se trató de ambiciones y delirios personales, manipulaciones sociales, y por supuesto de un imperio de terror, para nada cinematográfico, cuyas víctimas fuimos todos.

      

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