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Cartel Urbano
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CON EL CORAZÓN ROTO

Dígale que siga
Columna de María Antonia León
 
Dígale que siga
Columna de María Antonia León
 
El domingo por la noche, durante la entrega de los Grammy, no pude evitar sentir la desolación que me provocaba la muerte de Whitney Houston; ni el peso poético de la victoria de Adele. Por un lado, se levantaba en todo el planeta una oración en memoria de la inmortalizada diva de El Guardaespaldas, y por el otro, una nueva grieta se le abría al mundo: sonaba la música más melancólica que yo había oído en mi vida, la voz de Adele; soul que rompe el corazón.
 
Pero lo que más me impresionó fue escucharla decir, cuando estaba repleta de trofeos y aplausos, que su disco "21" había sido producto de una relación del demonio. Me acordé de mi propio corazón roto, y de cómo la naturaleza destructiva de ese momento nos puede revertir la piel como una funda que se da la vuelta para secarse.
 
Que a uno lo ignoren es la última batalla. Y para eso, nada mejor que convertirse en una estrella y poder decir: "And I'm gonna make your head burn / Think of me in the depths of your despair". (Y voy a hacer que tu inteligencia arda, pensando en mí en lo más profundo de tu desesperación).
 
Rolling in the deep, esa canción que su autora define como una oscura melodía de blues, me hace pensar en lo definitiva que puede ser una tusa, y en cómo parte el horario de la vida. Gracias a una tusa yo pude abrir nuevos sentimientos dentro de mí, aunque al mismo tiempo hubo otros sentimientos que se cerraron. Sin embargo, son esos nuevos órganos que se instalan en nuestro cuerpo los que nos dejan ver el transverso de todas las cosas. Una relación destructiva nos quita para siempre la vida que llevábamos y nos deja tan vivos que después a nuestros ojos les duele la luz. Así lo entendía Einstein, decía: "Sin crisis no hay desafíos, y sin desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía."
 
Sin embargo, aunque la tusa me parece más democrática que el sexo, porque la han vivido hasta los célibes, si es que existen, también la considero más capitalista que el dinero; nunca nos ofrece los mismos resultados. La única forma de sobrevivir a un corazón roto es teniendo un proyecto de vida, y la fuerza para ejecutarlo. En el caso de Adele, sin embargo, es diferente. Esta mujer es una serpiente que se come por la cola: la ruta por la que avanzaba hacia su destrucción emocional, fue la misma que recorrió para ganar seis premios Grammy.
 
Por eso creo que hay que agradecerle al hombre que le rompió el corazón a Adele, porque de hecho, me gusta más ese motor que la desolación que se llevó a Winehouse, Joplin y Houston. No hay nada más fácil que ser un artista lo suficientemente elevado como para matarse. Cuesta más arder, estar adolorido para siempre, crear. Cuesta más dejarse romper el corazón y asumir el gesto silencioso y cínico de alguien que se enferma para curarse: "I had hoped you'd see my face / And that you'd be reminded that for me it isn't over". (Esperaba que vieras mi cara, y que recordaras que para mí esto no ha terminado).
 
Al estar del otro lado y abandonar las últimas costras del dolor es cuando podemos sentarnos a hacer arte. En silencio, sin pensar. Sabiendo que nuestro corazón roto es producto de nuestro inconsciente, y que nuestro inconsciente es mucho mejor que nosotros. Nunca debemos culparlo por haber movido tan ágilmente todos los hilos posibles para satisfacer un deseo que no fluía. Es como tener un amigo que siempre nos va a traicionar, pero que nunca nos va a dejar retroceder.
 
No soy una autoridad musical pero difiero de los críticos que opinan que las letras de Adele son pataletas de una niña incapaz de superar a un novio que la dejó. Y que eso, sumado a que sus grupos favoritos son las chicas picantes y las Destiny’s Child, deja su música más cerca del pop que del soul. Adele es una diva tan epidérmica como para hacer estallar una bandada de pájaros apenas abre la boca, y con un vigor emocional tan inmenso que ha inspirado a un montón de gente en la que sí se ven las cicatrices, la droga y la flacura. El soul es precisamente eso: es hacer una fiesta con un argumento muy triste.

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