
FAMILIA CRACK
Cejaz Negraz es el padre de una pequeña revolución cultural que comenzó en Ciudad Bolívar. El motor de una disquera independiente y líder de un clan de raperos que cantan en todos los rincones de la ciudad. Un pandillero intelectual, el artesano de discos hechos a mano para artistas que prefieren no comer antes que no poder grabar sus canciones. Bienvenidos a su mundo y al de su familia.
Por Rubén Darío Higuera / Foto: Carlos Basto ''Spoon''
Suenan disparos. Una tras otra, las balas son descargadas mientras una voz indica, con cierta nostalgia, que somos víctimas de una guerra. No hay heridos. Son tres disparos que no intentan matar, sólo narrar. Forman parte de la canción Créalo mi so, del álbum Buscando millones (2010), y son un ejemplo de lo que es la poesía callejera.
–Se trata de música madura. Cuando la gente la escucha, se da cuenta de que somos diferentes –comenta John Correa, cuyo nombre artístico es Cejaz Negraz, pionero de la banda Crack Family.
Cejaz camina por la sala casi deshabitada de un apartamento que funciona como oficina de Crack Home Music, el sello que fundó en el 2005 para agrupar a diferentes artistas y producir trabajos discográficos de raperos con talento, pero con escasos recursos y pocas oportunidades.
–Para los jóvenes de Ciudad Bolívar todo es diferente. Allá la gente crece comiendo mierda y es presa de la violencia –me dice Cejaz Negraz mientras busca la portada de La familia capítulo 1 (2011), su producción más reciente, en la que participan cuarenta y seis artistas.
Para los del sur es un sueño tener sus disquitos originales y nosotros les ayudamos a hacer realidad esos sueños. Dejan de comer con tal de tener su álbum y cuando está listo se sienten realizados, así no se ganen un peso con el fucking disco.
Crack Family suena y resuena en el computador. Su fundador me explica lo que para él significa ser rapero:
–Antes que nada, es una profesión. No se trata de engañarse ni de venderse, como algunas personas que se hacen llamar raperos y terminan cantando reguetón.
Busca la portada de su disco Rezpeto pamiz roloz (2009) y, cuando la encuentra, dice:
–Vea, acá está más claro: cárcel, adicción, muerte, armas, prostitución y religión. Yo vengo de Ciudad Bolívar y entiendo cómo es ese mundo porque crecí en él, en medio del robo, la droga y la violencia.
Sonríe y se acerca para aclararme, orgulloso, que él es como un pandillero intelectual, para el que ni el robo ni el bazuco son necesarios.
–Soy y seguiré siendo de la calle, pero con una ideología distinta. Y a Crack Family pueden entrar todos los que quieran hacer lo mismo que yo: rap puro, sin jugar a eso del gonorreísmo, esto es, sin ser el más malo.
En la calle, un colegial se detiene y mira emocionado al hombre que tiene frente a sus ojos. Le habla:
–Uf, usted es Cejaz Negraz, ¿cierto?
La expresión con la que pregunta deja claro que está ante uno de sus ídolos.
–Mis amigos no me lo van a creer –dice emocionado.
–Todo bien –le dice Cejaz–. Camine le regalo un cedé.
En el apartamento hay dos raperos venezolanos: LG Prada y Dread-lox, sentados alrededor de la única mesa del lugar. Fuman marihuana y no se dan por enterados de lo que sucede con el muchacho, que espera impaciente por el disco autografiado. Dread-lox me dice:
–Hacer rap en Colombia es mucho mejor que en Venezuela, porque acá hay más producción y mucho más comercio, mientras allá es muy difícil mostrarse como artista.
Cejaz garabatea su firma en el CD y despide al fan con un choque de manos que invita a tocarse con los hombros. Y empieza a cantar:
… yo no soy esclavo de tu miserable pago,
sí soy un vago, un gamín de barrio,
no busco tu pensión, no me importan tus salarios.
Tarde calurosa de abril. Caminamos por la calle 23 con carrera novena y decidimos entrar al restaurante La Normanda. En la mesa, Manuel Alejandro, más conocido como Money $$$, comenta:
–Crack Family se llama así no porque sea una apología a las drogas, sino porque para nosotros la música es una adicción.
Money $$$ lidera junto a Cejaz Negraz el proyecto y la banda Crack. Nació en San Andrés, pero a los cinco años viajó con su familia a Nueva York para buscar las oportunidades de trabajo que en Colombia no encontraban. En el 2006, por causa de un incidente del que prefiere no hablar que lo hizo renunciar a la capital del mundo luego de perder su residencia y firmar la deportación voluntaria, retornó a Colombia.
–A Cejaz lo conocí en el 2007 en una discoteca del barrio Álamos, pero curiosamente no hablamos de música sino hasta la segunda vez que nos vimos. Él me mostró su disco Boxeador y sicario y yo le puse en el equipo de sonido de mi carro dos de mis canciones. Nos escuchamos y decidimos empezar a trabajar. No ganamos todavía lo suficiente para dedicarnos sólo al rap, pero nuestro propósito es generar una explosión artística que nos permita vivir de la música y, lógicamente, para la música.
–Hay gente que está confundida –dice Cejaz–. Muchos creen que la calle es un juego y por eso tienen delirios de sicario. Piensan que el Bronx y la “L” son sitios turísticos. Pero la calle es dura y real, no es un cuento para niños.
Se acomoda en la silla, bebe del jugo que tiene en frente y se levanta.
–El rap acá es pobre. La gente tiene hambre y los zapatos rotos, pero yo lucho por esto, soy un guerrero que lucha a favor del pueblo. Ya sacamos nuestro álbum La familia, capítulo 1, con artistas de Colombia; luego vendrá el capítulo 2, con artistas internacionales, y así hasta hacer la biblia del gueto, el nuevo testamento de la calle.
Esto es revolución. Para la gente del sur, esta es su escuela y yo soy un padre para ellos.
Luego de un corto silencio, me recita uno de los versos de la más reciente producción de Crack Home Music. Nos despedimos con un choque de manos que invita a acercar mi hombro al suyo. De su boca escucho:
No hay nada más que hablar,
lo escrito, escrito está,
nadie lo borrará.
Cada quien escogió su camino,
cada humano escribió su destino…