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Cartel Urbano
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EN EL TALLER DE ...

Esteban Peña  

Es conocido como en el medio artístico como “el artista de las gotas”, por sus monumentales obras concebidas a partir de miles de gotas de tinta sobre lienzo, con las que crea retratos de diferentes personajes”.  

“El punto es uno de mis objetos de estudio. Mi producción artística se basa principalmente en la acumulación de muchos puntos”, afirma este artista, de 31 años egresado de la Universidad de los Andes.

Su exposición Croma, en junio de 2010 en la Galería Nueveochenta, fue prueba de ello, al tomar varias fotos familiares y hacer su respectiva versión de ellas con millones de gotas de tinta. “Mi mamá me dijo: “¿cómo fue a mostrar eso (refiriéndose a las fotos antiguas)?”. “Pero fue un experimento divertido”, dice él. 

En sus obras, Esteban usa tintas en colores básicos sin mezclarse. “La cercanía de gotas en cada color genera la ilusión de tonos mezclados e imágenes realistas”. 

Durante varios meses compartió su taller, en el barrio Quinta Camacho, con otros artistas, pero ahora por fin tiene un amplio espacio disponible para crear sus complicadas piezas, para las que debe tener un proyector en el techo, para luego ubicarse en una posición estratégica en la que puede dejar caer gotas de tinta encima de la superficie escogida. 

En su taller siempre tiene decenas de  botellas plásticas de agua, que utiliza para mezclar los colores exactos que requiere para sus obras. Tiene una tabla en la que consigna la cantidad exacta de agua y tinta que necesita para crear cada color, a partir de una conversión diseñada por él mismo. 

“En una era en la que todo es digital y dibujar y pintar se hace tan sencillo y rápido con la tecnología, con la minuciosidad de mi trabajo quiero hacer un statement (afirmación) sobre la labor artística hoy en día”. 

 
 
 

Experiencias personales y cotidianas de ella, su familia y amigos  son la inspiración para las obras de Ledania, llenas de personajes intrincados y de aspecto sobrenatural. Algunas de sus vivencias las reunió en su trabajo de grado Un cisne que no era cisne, una serie de 29 cuadros ilustrados que exhibió en el espacio independiente Casa Sinfín, el pasado junio.
Esta muestra estaba hecha en su totalidad de dibujos, porque “es la base de todo mi trabajo”, según dice ella. Aunque hay piezas de Ledania en varias paredes de las calles bogotanas, ha trabajado como ilustradora, pintado zapatos y estampado camisetas, para ella todo se reduce al dibujo.
“Aunque he hecho graffiti y he pintado murales, no me considero grafitera.  Pienso que cuando hago este tipo de obras, sigo dibujando, sólo que cambio de superficie, del papel a la pared”. 
La mayoría de las piezas de esta artista de 23 años, egresada de artes visuales de la Universidad Javeriana, están hechas sobre lienzo con esfero. “Mi papá siempre me dice que cómo voy a  hacer eso, porque él también es artista, pero más académico, así que se inclina por el óleo”. 
Su taller, que comparte por su papá, está dentro de su casa, en la Calle 88 , y se llega en una escalera de caracol. Las obras de Ledania se mezclan con las de su papá, entre repisas abarrotadas de libros, cámaras y radios antiguas, pinceles y frascos de pintura. 

Además de ser su compañero de taller, su papá ha sido una gran influencia en su obra, pues gracias a él ha estado toda su vida en contacto con el arte. Cuando era niña, él la llevó a una exposición de arte renacentista. Aunque inicialmente estaba aburrida, un cuadro titulado El rapto de Leda captó su atención. “Me impresionó, así que uní Leda con mi nombre (Diana) y así surgió mi seudónimo: Ledania”. 

Actualmente, Ledania se dedica a ser ilustradora freelance, y a dejar su firma y dibujos en varias paredes bogotanas. 
 
 
 
  

 
Un apartamento en el sexto piso de un edificio de los años treinta es hogar y taller de Lorena, quien se dedica principalmente a la pintura, aunque no deja de lado técnicas como el dibujo o la instalación. 
La estética llamativa y vistosa de las historietas es constante en su obra. Desde sus reinterpretaciones del bodegón, en las que incorpora personajes de la cultura pop como el señor cara de papa, hasta su exposición Arte político decorativo, el pasado agosto en la Galería Christopher Pascal. 
En esta muestra, Lorena manifiesta su opinión sobre el arte con temas políticos.  “Sé de artistas que piensan que con el arte político van a cambiar el mundo, pero yo pienso que estas obras son para un público súper reducido, y finalmente van a parar a un museo, galería o a las paredes de la casa de un coleccionista rico”, afirma. 
A la estética del cómic que tanto le gusta, le añadió rasgos de textos de Mao Zedong y elementos visuales del panfleto ruso. 
Lorena dice ser muy despistada, así que se obliga a mantener organizados los elementos de su taller, para no desconcentrase del proyecto en el que esté trabajando, aunque no siempre lo logra, pues dice que “los últimos días antes de cualquier exposición son un caos”.
 
“Eso también se refleja en mi obra, pues no me gusta encasillarme en una sola idea: puedo estar haciendo flores e historieta, y después algo súper constructivista”, complementa.  
Lorena toma en cuenta sólo su opinión a la hora de hacer sus obras. “En el arte hay que ser muy terco. Todo el mundo quiere decirte lo que tienes que hacer, pero esa terquedad es necesaria, pues finalmente eres tú la que se está exponiendo al resto”. 
Ella es egresada de la Academia Superior de Artes de Bogotá. Ha trabajado como ilustradora en varios fanzines, curadora y gestora cultural. Actualmente participa en Ensayos para un mundo perfecto, hasta el 2 de mayo en la Casa Republicana de la Biblioteca Luis Ángel Arango.
 
 
 
 
 

“No me gusta limitarme a una sola técnica. Creo que un artista debe ser capaz de expresarse en todas las plataformas”, afirma este artista que incorpora dibujo, pintura, graffiti, video, instalación, entre otras técnicas, en su trabajo individual, y en el que realiza junto al colectivo Monstruación. 
Tampoco se encasilla en una temática definida. Una de sus obras, por ejemplo, está inspirada en el contenido que se riega de una lonchera. Sin embargo, muchas de sus piezas sí tienen en común la idea de resignificar lugares, y reflexionar sobre las diferentes acciones que se pueden realizar en cada uno de ellos. Aunque los personajes estrafalarios y macabros no se escapan de sus dibujos, pinturas y murales. 
Su taller, unas cuadras abajo de la Avenida Boyacá con Calle 72, está ubicado en el segundo piso de la ensambladora de metal de su papá, donde se han creado esculturas tan conocidas como el monumento a los Zapatos Viejos en Cartagena, o el Minero de Zipaquirá, así que siempre estuvo en contacto con el arte. “Nunca tuve el problema del rechazo que sufre mucha gente cuando dice que quiere ser artista”. 
Aunque vive a pocos minutos de su taller, Gerson Fonseca (su nombre real) pasa bastante tiempo en ese espacio trabajando e interviniendo todo tipo de objetos, desde un cuadro que encontró botado en la calle, una tabla de patineta, y una tapa de inodoro, que arregló para la exposición Destape en el espacio independiente  Casa 15-16, junto con sus compañeros de colectivo. “Me gusta estar aquí, soy afortunado al tener un espacio sólo para mi”. 
 
 

 

 
“Si pudiera marcar tarjeta lo haría”, dice Kevin sobre su horario de trabajo. Le toma mucho tiempo hacer cada una de sus obras, así que prefiere ser organizado, pues vive y trabaja en el mismo lugar, en un apartamento en Chapinero.  
A excepción de algunos juguetes y obras de algunos amigos, las paredes y el taller y apartamento de Kevin están desnudas. 
“Mi horario es como de oficina, y mi taller es también como una oficina. Me levanto a las 6:30, empiezo a trabajar a las 7:00 hasta las 11:00, luego vuelvo a la 1:30 y hasta las 6:00 p.m. 
Todas las obras de Kevin son dibujos, incluyendo su última serie Sobre el fracaso, un libro que reúne doce retratos de personajes que han fracasado alguna vez en su vida. 
En Al mal tiempo mala cara hizo una reproducción dibujada de un ejemplar del diario El Tiempo, en la que conservó solamente las noticias negativas. 
“Me siento cómodo con el dibujo, no lucho con eso que dice que uno tiene que saber de todo. No me molesta ser catalogado como dibujante, al contrario, me parecería muy bonito que mucha gente también hiciera dibujo”. 
Hasta el momento, todas sus obras han tratado la relación entre lo positivo y lo negativo desde diferentes perspectivas, como el éxito y el fracaso o el cariño y el odio. 
No soy muy “de escribir textos largos o de una gran carreta. Como soy yo es mi trabajo. Por ejemplo, me gusta mucho el ciclismo, así que siempre trato de incorporarle algún elemento de este tema a mis piezas. Mi obra es lo que yo soy, eso es lo bonito de ser artista”. 
 
Kevin se encuentra trabajando en una nueva serie de dibujos, en la que tratará temas diferentes al acostumbrado. Está vinculado a la galería Nueveochenta. 
 
 
 
 
 
 

Además de vivir en la misma casa en Chapinero alto, estas dos artistas son compañeras de taller. En este espacio, ambas llevan a cabo un proyecto editorial independiente, donde cada libro tiene una elaboración netamente artesanal. 
Catalina hizo una maestría en México en diseño editorial y desde hace varios años es, como ella misma se autodenomina, ingeniera de papel, con proyectos como los libros pop-up, o tarjetas que se despliegan para crear ambientes tridimensionales. 
“Desde que estaba en la universidad empecé a trabajar con papel. Nunca me interesó la pintura académica, se me hacía muy complicada, así que en el papel encontré un material portátil, liviano y con muchas posibilidades para trabajar”. 
No obstante, aclara que el uso del papel no es lo que más se destaca en su trabajo. “Para mí, es más importante pensar en lo autobiográfico. El papel ha sido sólo el soporte para hablar de mí misma, de mi infancia, un momento determinado de mi vida o alguna sensación que me llame la atención”. 
Catalina trabaja su obra individual en el taller, pero Angélica prefiere trabajar en su cuarto. “Trabajo en el taller todo lo relacionado con el proyecto editorial, me encargo de encuadernar y refilar todo el material. Pero cuando se trata de mi obra,  me gusta más trabajar en mi cuarto”. 
Además de dibujar en un pupitre antiguo ubicado en su cuarto, Angélica tiene otros rituales. “Me demoro varias horas sacándole la punta al lápiz, sino no puedo trabajar”. 
La longitud de sus obras no supera unos cuantos centímetros, pues ella prefiere trabajar en formatos pequeños. “Me gusta la comodidad que ofrecen estos tamaños y se debe también a la economía de elementos. Nació porque yo no tenía mucho dinero para producir, así que tuve que conocer otros medios diferentes a los tradicionales”, dice Angélica, quien ha dibujado sobre etiquetas y bolsas de té, así como filtros de cafetera. 
Precisamente, sobre filtros de cafetera es que Angélica está trabajando su más reciente serie, en la que retrata a animales solitarios. “La melancolía no es sólo humana, también existen seres vivos que se relacionan con otros miembros de su especie sólo para reproducirse. Durante varios años he estado investigando la melancolía desde diferentes disciplinas: psiquiatría, medicina y por supuesto, el arte”. 
 
 

 

Fotos: Ana Camila Alvira

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