Esta guerra no es conmigo
Negarse a participar en una guerra impuesta a la mala, en una batalla para la que nunca se le pidió opiniones a la juventud sino fuerza bruta, sudor y bala en nombre del patriotismo, es una forma efectiva de paz: tres trilladas letras que encierran tanto en su semántica y que ya son rumor en un paisaje nacional intranquilo, maltratado por la politiquería y el narcotráfico.
El Festival Anti-mili Sonoro Bogotá, una vez más, rechaza la guerra. Y usted se preguntará, entre tanta promesa de paz, ¿cómo?: a través de la sensibilidad de las artes, usando como “armas” la música y la pintura. Aunque suene romántico, es una de las formas (efectiva, claro) que encontraron sus organizadores, desde 1989, en Medellín, para decir no al servicio militar obligatorio y no al reclutamiento forzado. No a la miseria que deviene de la guerra.
Con la colaboración de organizaciones juveniles antimilitaristas y algunos objetores de conciencia se llevó a cabo, el 19 de junio, en la Plaza de Bolívar, una nueva versión musical de este festival que no es otra cosa que una dura cuña de resistencia contra la violencia y el militarismo nacional. Hicieron parte del cartel las bandas Rehén, Polikarpa y sus viciosas, Ministerio de Vgancia, Mackia, Los Vizocios, La Gleba, Frankie ha muerto, entre otras. El reportero gráfico Juan Santacruz hizo parte de este hervidero musical con impronta contestataria y nos comparte algunas imágenes.