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MOGADISCIO EN RUINAS

Viaje a la capital de Somalia con las tropas de la Unión Africana. Texto y fotos: Salym Fayad.

En las áreas que controla en el centro y el sur de Somalia, Al-Shabaab ha prohibido todo lo que suene a Occidente. El fútbol, la música, los videojuegos, los brasieres, los ringtones musicales, los pantalones para las mujeres, el cigarrillo y hasta la ayuda humanitaria. Este grupo fundamentalista islámico, vinculado a Al Qaeda, busca desde el 2006 instaurar por la fuerza una estricta interpretación de la charia (ley islámica) en el país. La violencia de sus métodos, que incluyen mutilaciones y lapidaciones públicas, ha forzado a cientos de miles de personas a desplazarse hacia la capital o a campos de refugiados en países fronterizos. El año pasado, la sequía más intensa de las últimas seis décadas alentó el éxodo.

Para contrarrestar el avance de la insurgencia, desde el 2007 la Unión Africana ha enviado a Mogadiscio nueve mil soldados de Uganda y Burundi. Su mandato: apoyar al frágil Gobierno Federal de Transición (GFT) y recuperar el control del país en seis meses. Eso fue hace cinco años. “Hasta ahora tenemos bajo control el 85% de la ciudad”, dice el coronel Paddy Ankunda, vocero de la Misión de la Unión Africana en Somalia (Amisom, por su sigla en inglés), mientras suda profusamente bajo su chaleco antibalas en el interior del vehículo acorazado en el que patrulla la ciudad.

Hace ya 21 años que el presidente Siad Barre abandonó Mogadiscio, cuando Somalia se precipitaba hacia un conflicto tribal, dejando al país a merced de los señores de la guerra y a la ciudad convertida en su campo de batalla. Aún hoy el país no tiene un gobierno central, y miles de familias viven en campos de desplazados y en cambuches improvisados entre los escombros de las antiguas casonas y edificios del gobierno.

“Si no hay paz, no hay vida”, me dijo una vez Hussein, un joven refugiado de la violencia que a los cuatro años se escapó de los campamentos humanitarios de Dadaab, en el norte de Kenia. Ahora, a sus 25, sólo espera reunirse un día con su familia y volver a Mogadiscio. No le importa que su ciudad esté destruida, ni que sus escombros sean la imagen material de una sociedad fracturada.

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Somalia
Población: 9.330.900 habitantes Idiomas oficiales: Somalí y árabe Moneda: Chelín somalí Expectativa de vida: 50 años Tasa de alfabetismo: 37% Somalia es el país más corrupto del mundo, según la ONG Transparencia Internacional.

Mogadiscio
Población: 1.700.000 habitantes Superficie: 637 kilómetros cuadrados Se cree que el nombre Mogadiscio viene del árabe maquad sha, que significa “el asiento imperial del Sha”.

Frente de batalla en el distrito de Dayniile. En medio de las ráfagas ensordecedoras, los únicos que permanecen impávidos y de pie en las trincheras son los soldados del GFT. Estos milicianos tienen poco entrenamiento, ninguna disciplina militar y escasa lealtad a su gobierno.

Hace 20 años no se juega un partido de fútbol en el estadio de Mogadiscio. Hasta hace algunos meses, este era el centro de entrenamiento y de ejecuciones públicas de Al-Shabaab. En las tribunas, hay un grafiti en árabe: “Dawlit al islam kadema” (“El Estado islámico está aquí”).



“Después de tantos años de conflicto, Mogadiscio es una zona cero”, dice Mohammed Nur, el alcalde de la ciudad más peligrosa del mundo. Su gestión incluye programas de recolección de basuras y de alumbrado público. Nur no puede visitar algunos proyectos de desarrollo por amenazas contra su vida. “Somalia es un país en coma”, dice, “pero haremos que en cinco años Mogadiscio sea una ciudad moderna”.



Soldados de la Unión Africana toman un descanso frente a un restaurante vacío. Hasta agosto del 2011, el corazón comercial de Mogadiscio era un mercado de armas a cielo abierto y un bastión impenetrable de Al-Shabaab. El comercio se ha reactivado desde que los rebeldes se retiraron del centro de Mogadiscio.



Las desprotegidas costas del Cuerno de África se han convertido en la zona de operaciones de piratas somalíes. Equipados con una lancha rápida y un lanzagranadas, secuestran con frecuencia buques cargueros provenientes de los puertos petroleros del Medio Oriente. La piratería cuesta doce mil millones de dólares al año. Soldados de la Unión Africana patrullan el antiguo puerto.

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En un centro de alimentación, la ONG local Saacid distribuye comida donada por el Programa Mundial de Alimentos. Más de 29 mil menores murieron en el Cuerno de África a causa de la más reciente hambruna.



Un grupo de niños pasa frente a la catedral católica, que alguna vez formó parte del imponente patrimonio arquitectónico de Mogadiscio y de la cual apenas queda la fachada, como si se tratara de una solitaria pieza de escenografía de un teatro demolido.



Tres soldados posan con sus armas en uno de los frentes de batalla a las afueras de Mogadiscio. Por comida y un sueldo modesto, muchos jóvenes somalíes ingresan a las milicias del gobierno. Otros se unen a Al-Shabaab, convencidos de que llegarán al paraíso si se convierten en bombarderos suicidas.



Con el ruido de disparos de fondo, soldados de Amisom recorren un campamento instalado en un edificio bombardeado. Provenientes de Uganda y Burundi, estos militares, acostumbrados a operar en las selvas de África Central, no están entrenados para enfrentar guerrillas urbanas.



Un vehículo acorazado tipo casspir pasa al lado de un minibús que recoge pasajeros en el centro de Mogadiscio. Los convoyes militares ya son parte del paisaje urbano, así como las technical: camionetas pick-up con una ametralladora empotrada.



Un soldado de Amisom come en una oficina del edificio del parlamento, con vista sobre el puerto y el centro de la ciudad. Según el coronel Paddy Ankunda, vocero de Amisom, miembros del GFT todavía se reúnen en oficinas ubicadas en los sótanos del edificio.

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