
MAC DOWELS: LAS HAMURGUESAS DE MIL PESOS
No son una copia de McDonald’s ni tampoco son hechas bajo alguna receta especial. Su único atractivo es el precio. Por más de cinco años, las hamburguesas de Mac Dowels se han vendido en un furgón que recorre las calles de Bogotá.
Por Jorge Esteban Benavides Noguera
“¿Que dónde compro las hamburguesas? Las compro en una salsamentaria. Mucha gente dice ‘que serán de perro, que serán de gato’. Pero están tan acreditadas que ya voy para seis años”.
Las anteriores palabras pertenecen a José Becerra, un comerciante bogotano que tiene décadas de experiencia en los negocios de alimentos. Don José es el cerebro de Mac Dowels Company, un local rodante de comidas rápidas que desde el año 2007 se ha hecho famoso por vender hamburguesas a un precio insuperable: mil pesos.
“Son ricas. Hasta el momento no he tenido ningún inconveniente con ellas. Aunque me gusta más el precio que el sabor”, dice un vigilante que cada domingo come en Mac Dowels, cuando el carro se parquea en la calle 17 con carrera séptima durante la cliclovía. Los demás días, las hamburguesas se venden en San Victorino y sus alrededores.
En menos de 20 segundos, un hamburguesa está lista para ser consumida por el cliente.
En el platón de un furgón Chana, Don José adaptó la cocina de Mac Dowels. Dice que vio un carro similar en una película y le gustó la idea. Adentro hay una nevera, una estufa de gas, una plancha, un vaporizador y varios compartimentos para organizar los productos.
El vehículo también está adornado con una vistosa publicidad que tiene como protagonistas a los hijos y nietos de Don José. Como si eso no bastara para persuadir a los transeúntes, en un megáfono suenan constantemente las voces de un niño que pregunta y un locutor que responde: “¿A cómo? ¡A Mil!”
El hecho de estar motorizados permite trabajar sobre la marcha. De esta manera, mientras Don José maneja el carro, la empleada va cortando los tomates o calentando la carne. Sin embargo, esto también tiene sus desventajas, pues cada vez es más difícil encontrar un lugar donde la policía no impida la labor de Mac Dowels Company.
“Ellos me mueven a mí porque funciono como un vendedor ambulante. Los otros carros están parqueados, pero como no venden no los mueven”, cuenta Becerra, quien actualmente está pagando una deuda de 12 millones de pesos en multas de tránsito.
Mac Dowels en el centro de Bogotá.
Para reducir los costos al máximo, Don José consigue cada uno de los ingredientes en varias distribuidoras del sur de Bogotá, donde compra al por mayor el pan, el queso y las salsas. Las verduras prefiere adquirirlas frescas en un minimercado cerca de su casa, en el barrio El Carmen.
Las hamburguesas son de marca Colombianita. Están compuestas de carne de res más carne y grasa de pollo. Su sabor es una mezcla entre salchicha y mortadela. Son producidas por Carfricol Ltda., y su registro sanitario no aparece en el catálogo web del Invima.
Becerra cuenta que Mac Dowels produce una rentabilidad que oscila entre el 30 y 40 por ciento. En un día ‘suave’, vende alrededor de 100 hamburguesas. Cuando la jornada es muy buena, más de 400. Los perros calientes, la gaseosa y los combos especiales le permiten sostener el precio de la clásica hamburguesa de mil pesos.
Una hamburguesa de mil pesos consta de pan, carne, tomate, lechuga, cebolla y salsas.
Mac Dowels también es famoso por su nombre. Don José dice que bautizó así el negocio por el apellido de un personaje de la novela Aeropuerto 77. Cuenta que también es pura coincidencia que sea el mismo nombre del restaurante donde trabaja Eddie Murphy en la película Un Príncipe en Nueva York. Y asegura que de ninguna manera el nombre está relacionado con la famosa multinacional de hamburguesas. “McDonald’s es una cosa y Mac Dowels es otra”, sentencia.
José Becerra atendiendo a los clientes.
El dueño de esta empresa tiene claro que el éxito de un negocio depende de la satisfacción del comprador: “Hay un espacio entre la cabina y la carrocería donde yo veo, por el espejo retrovisor, lo que están haciendo. Por el espejo lateral, yo miro al cliente. A mí no pueden sacar las hamburguesas frías”, dice con mucha seguridad.
A pesar del cariño que le tiene a su negocio, Don José está pensando en cerrarlo. La razón es lo difícil que se ha vuelto trabajar en el espacio público. Además, la competencia es cada vez más dura, pues únicamente en San Victorino se pelea los clientes con el famoso ‘combinado de mil’. De seguir así las cosas, pronto dejarán de existir las hamburguesas que solo cuestan ‘un Gaitán’.