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Cartel Urbano
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LAS NENAS DE LUIS II

La historia de sus sueños platónicos con ésta generosidad en carnes hecha mujer, que lo desvelaría en la madurez de sus cincuenta y tantos años, comenzó mucho antes de que ella naciera, creciera cantando rancheras, se casara con un policía, se reprodujera, se empelotara y admitiera en SoHo haberse sometido a tres liposucciones, inyección de labios, siete tatuajes y dos operaciones de senos.   

La historia de sus sueños platónicos con ésta generosidad en carnes hecha mujer, que lo desvelaría en la madurez de sus cincuenta y tantos años, comenzó mucho antes de que ella naciera, creciera cantando rancheras, se casara con un policía, se reprodujera, se empelotara y admitiera en SoHo haberse sometido a tres liposucciones, inyección de labios, siete tatuajes y dos operaciones de senos.   

En la plaza de uno de los pueblos de Nariño a los que Luis acompañaba a su madre a vender hierbas aromáticas de casa en casa, vio una vez a una gitanita de 15 años a la que un culebrero ponía a bailar una cumbia pegajosa llamada Marbella. La imagen de la bailarina y el nombre de la canción quedaron grabados en el alma del pequeño Luis y se le vinieron a la mente al experimentado sastre el día en que vio por primera vez a la reina de la tecnocarrilera moviendo las caderas en un video clip. Algunos años atrás ya la había visto en televisión, haciendo sus primeros pinitos histriónicos al lado del flaco Agudelo en Sábados Felices. Pero como Mauren Belky Ramírez era apenas una niña incapaz de ponerlo a suspirar, y su picardía preadolescente no se había tornado en precoz coquetería de estrella fatal, su actuación pasó sin pena ni gloria ante los ojos de Luis II.

A Luis Segundo Zambrano le gusta escribir su segundo nombre en números romanos, “porque le da más caché, como Luis XV”, dirá su esposa Mercedes al final de la entrevista. “Es algo exclusivo”, dirá Luis Dos, sentado frente a su impecable máquina Singer de 1922 que compró en un almacén de la carrera décima cuando se le averió definitivamente la que trajo de Ipiales hace 18 años.

La “Sastrería Luis II” queda en el segundo piso de una casa del Eduardo Santos, el céntrico barrio bogotano de clase media al que han llegado a encargarle ropa los hermanos Zuleta, Guayacán Orquesta, Jorge Celedón, Los Tupamaros, Jorge Veloza, Víctor Manuel y Diomedez Díaz, el primer famoso que lo contactó en 1995 a través de un reconocido diseñador de modas. Luis II le confeccionó al Cacique de la Junta un vestido blanco con hilos dorados que lució el vallenatero en la carátula de un disco. “Y con el pedacito de tela que sobró le hice una túnica al Niño Jesús”.

A los 7 años hizo sus primeras puntadas. Comenzó cosiendo pantalones detrás de una mesita que instalaba a la entrada de un teatro de Ipiales que pasaba películas de Sofía Loren, “mi primer amor platónico”, confiesa risueño. Cuando cumplió 10 años, a las pocas semanas de que su papá lo pusiera a vender gallinas y a cuidar marranos, se escapó de la casa por primera vez. Tuvo que regresar porque el hambre lo acosaba. A los quince volvió a emprender la huida pero el destino no quiso que abandonara tan joven su pueblo natal. Regresó. El tercer viaje en busca de mejores oportunidades en la capital fue el definitivo, sólo que en esta ocasión no se les tuvo que volar a sus padres porque ya era mayor de edad, estaba casado y tenía una hija.

En Bogotá aprovechó noches de tragos con sastres mayores para aprender trucos y pulirse técnicamente. “Cuando estaban prendidos les sacaba secretos del oficio”, cuenta mientras extrae de la billetera una foto de Marbelle en hot pants.

Marbelle no es la única estrella que este singular personaje ha invitado a posar para la inmortalidad ni la única que le ha robado el corazón delante de la cámara “marca patico” que le regaló su hija mayor. A pocos milímetros de su pedestal está Natalia París. “Gracias por lo lindo y fiel que eres conmigo, te quiero”, dice una dedicatoria firmada sobre un afiche de la modelo paisa en vestido de baño.

“La Natalia y la Marbelle son las que más le han movido el piso”, dice su esposa. Alrededor de las dos capitanas latinas de su harem imaginario, con mucha ropa o semidesnudas, sonríen desde las paredes del taller decenas de actrices, reinas de belleza, presentadoras de tv, vedettes, cantantes, divas y modelos con las que se ha fotografiado en los últimos seis años.

Contando los recortes de revistas que guarda en la billetera, las fotos que le toma Mercedes abrazando y dejándose apercollar de sus lindas e imposibles chicas, los afiches de algunas modelos en ropa interior y bikinis, el delirio romántico de Luis II llega a las 457 imágenes a todo color de algunas de las muñecas más bellas y famosas de Colombia, y bueno, también de Centroamérica, si contamos la fotografía que se tomó el año pasado con una miss Puerto Rico que abordó a la salida de Citytv. “La gente no entiende mi obsesión, yo les digo que no tiene nada de malo, no me las estoy llevando a la cama ni nada por el estilo”. 

“A Marbelle la conocí personalmente en el Factor X”. En el estudio donde grababan el reality se tomó su primera foto con ella. “Al verla me puse nervioso, estaba temblando, le pedí un autógrafo y me lo dio con un beso estampado en la hoja”. Un par de semanas después, en una de esas idas a RCN, y ante la timidez paralizante de Luis, Mercedes invitó a almorzar a su casa a la entonces jurado del programa-concurso. Ella aceptó gustosa y aseguró que iría el domingo con su novio a eso de la una.
 
“Usted no se imagina cómo estaba yo esos días. Estaba muy descontrolado, no podía ni dormir porque iba a venir Marbelle…”. Pero su apretadita y suculenta artista no llegó. A la semana siguiente fueron al Factor X a encontrarse con Marbelle para preguntarle qué había pasado, por qué los había dejado con los crespos hechos. Según ella, se le había varado el carro y no había podido llegar. “Pero este fin de semana sí voy seguro”, les prometió. 

El menú del segundo almuerzo era tortillas de papa con lechona, un plato típico de Nariño. A las tres de la tarde dejaron de esperarla y Mercedes y sus dos hijas se sentaron a comer. Como era de esperarse, Luis no probó bocado. “La comida no importa, lo que pasa es que uno se ilusiona tanto… De niño yo sufrí mucho y ahora la vida me está dando la oportunidad de ilusionarme con las modelos”.   

El último desplante de la cantante fue en noviembre del 2006. Los Zambrano se prepararon de nuevo con todas las de la ley. “Mi hermana nos mandó desde Ipiales unos cuis por Satena para atender a la Marbelle”, comenta Mercedes. En vista de la demora, hacia las dos y media de la tarde la llamaron al celular de su asistente. Estaba apagado.

Se quedaron esperándola. Los volvió a dejar con los crespos hechos. “La ilusión de mi esposo era que ella viniera y viera cómo la tenía él puesta en la pared, y cuál era la admiración de él…”.

Cuando la volvieron a ver, Mercedes no se aguantó las ganas de cantarle la tabla. “Yo a usted ya no le creo nada porque usted es una mentirosa”, le dijo con elegancia. “A usted sí le cae bien ese disco que dice que es bonita pero es una mentirosa, porque no se debe jugar con los sentimientos de una persona, usted le rompió el corazón a mi esposo”, la  remató a quemaropa. Marbelle se disculpó una vez más y volvió a prometerles que iría el fin de semana. “Pero no dijo cuál fin de semana, de qué mes ni de qué año”, se pregunta Mercedes. A las clientas, quizás envidiosas, que le han dicho que se olvide de “esa gorda incumplida”, Luis II no les responde porque sabe que algún día le cumplirá la cita. Mientras tanto, con la inocencia de un niño que cuenta lo que le va a pedir al Niño Dios, dice que por ahora sueña con fotografiarse con la novia de Spiderman.

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