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EL SINSABOR DEL FESTIVAL PETRONIO 2012

Tomado de yenyere.org 

El pasado fin de semana terminó en la ciudad de Cali el XVI Festival de Música del Pacífico “Petronio Álvarez”, que en su XVI versión se ratificó como el encuentro más importante de saberes y sabores del pacífico colombiano.

Ya bajó la marea en Cali y después de una emocionante final con más de 120.000 personas que bailaron al son de marimba, cununos, chirimía y violines caucanos, iniciaron las reflexiones y los balances en torno a esta XVI versión que sin duda rompió récord de asistencia pero que representa cambios estructurales en la historia del festival.

Un nuevo escenario que para muchos era lo que necesitaba el festival, “un espacio como los grandes festivales del mundo” decían otros, buen sonido, una tarima giratoria para más de 40 agrupaciones provenientes de todo el pacífico colombiano y un público rebosante de alegría que danzó al ritmo de tambores, pañuelos y mucho viche; para otros el festival se fragmentó. Lo que un día nació como la  posibilidad de encontrarse, de intercambiar conocimiento, de resaltar y afianzar las prácticas ancestrales, ahora parece tomar un camino comercial, de espectacularización y esnobismo, desdibujádose el verdadero espíritu del festival.

Se podría decir entonces que musicalmente el festival ha logrado un posicionamiento y un rescate de la música tradicional del pacífico, ha contribuido con la formación de nuevos públicos y es un espacio para agradecer por todo el aporte de la cultura afropacífica a la identidad nacional  pero aún queda mucho camino por recorrer; este año estuvieron ausentes los espacios pedagógicos y de discusión sobre las realidades de la población afrocolombiana, los encuentros de saberes, y a pesar que para esta versión se le rendía homenaje a las Cantaoras, el público sólo puedo apreciarlas como “figuras lejanas” porque no hubo la posibilidad de un encuentro real con su sabiduría, con sus historias de vida, con la importancia y eje fundamental de la conservación y transmisión de conocimiento en las comunidades negras.

Es necesario entonces lograr un equilibrio entre las dimensiones que ha alcanzo el festival porque ya las consecuencias se empiezan a evidenciar; tal es  el caso de la crisis que atravesó el sector gastronómico, de bebidas tradicionales y artesanías, quienes manifestaron su inconformismo desde el inicio hasta el final del festival frente a la logística y equipamiento técnico. Faltó mucho orden, no se contó con una regulación para la venta informal y no hubo una instalación adecuada y a tiempo de los servicios de agua, electricidad y gas, afectando el estado de los alimentos y las ventas de decenas de emprendedores que durante 14 años han contribuido en la construcción de este proceso social y hoy son hacinados e invisibilizados como actores fundamentales dentro del festival.

Hay un sentimiento de nostalgia alrededor del Petronio; cada vez se ve un poco más lejos la posibilidad de encontrarnos como cada año durante los cinco días para mirarnos a los ojos creyéndonos que eso de la “inclusión” puede llegar a ser algún día del todo verdad, en medio de una sociedad caleña marcada aún por el racismo y la desigualdad social.

 

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