
ORLAN, EL CUERPO COMO INDIVIDUO TOTAL
A propósito de la próxima exposición que el Museo de Antioquia y el Museo de Arte Moderno de Bogotá realizarán con apoyo de la Embajada de Francia en Colombia, compartimos este relato crítico que lo pondrá en contexto sobre esta polémica artista.
Fuente: arteycritica.org
Escrito por Daniel Reyes León
Se hace realmente difícil entrar en el trabajo de Orlan debido a que, como muchos otros artistas en la actualidad, funden su mitología mediática con los procesos de trabajo para establecer una dialéctica de lucha contra la (des)información, lo que les hace estar desmintiendo constantemente la ignorancia periodística que les atañe epítetos y reflexiones que nada tienen que ver con las instancias de su trabajo.
Orlan está ahí, y lo dejó claro en el seminario que dictó en CENDEAC, el Centro de Desarrollo de Estudios Avanzados de Arte Contemporáneo ubicado en Murcia, España. Su relación con los medios masivos que han ayudado a difundir su obra es uno de los puntos mediante los cuales su trabajo entra en conflicto con la sociedad que lo ve nacer. Deformado por la conveniencia publicitaria y por lo espectacular de sus performances de Carnal Art –término acuñado por ella-, su trabajo se centra en el cuerpo como principal medida del ser y del placer. Esto no deja fuera el hecho de que se gestionen y se produzcan sus trabajos de manera que su acción corporal traspase su fisicidad y sea transmisible a distancia mediante canales de circuito cerrado o transmisiones vía satélite. Es además registrado al detalle para su posterior reconstrucción documental, realizada en la mayoría de las veces por Stephan Oriach.
Cronológicamente, su trabajo se inicia con una interesante propuesta de medir edificios y arquitectura institucional con su propio cuerpo, tomando como medida subjetiva “un orlan”, tal como se hiciera antiguamente y de manera objetiva con el pié o la caña. Para esto, realizaba exhaustivas performances, en las que contaba cuantas “orlan” de dimensión tenían diversos edificios públicos, plazas, etc. Desde esos inicios en los años sesenta, la reflexión sobre el cuerpo y la construcción de la identidad han estado ligados estrechamente, desarrollando un imaginario que colinda con lo religioso en el modo de enfrentar el cuerpo con lo erótico, en el sentido de superación, tanto en su constitución de identidad, como en las barreras colectivas que propone la sociedad de la belleza condicionada.
Orlan nunca ha dejado el discurso del cuerpo en su obra, haciendo de éste su principal herramienta de trabajo, llevándolo hasta su transformación, con un discurso emancipador del cuerpo como forma natural de la identidad.
Si bien los discursos de género se encuentran detrás sus obras, es en sus trabajos de los años noventa donde se evidencian los quiebres que el discurso –principalmente- feminista ha tenido a lo largo de la historia. En la obra de Orlan es posible ver que la historia del discurso de género es algo revisado constantemente con los cambios sociales, teóricos y técnicos a los que accede determinada sociedad. Porque desde el feminismo mexicano de los años cincuenta que requería que las mujeres asumieran un rol masculino copiando sus modelos –de vestimenta, discurso y actitud política militante-, hasta la incipiente asimilación del rol del sexo –cualquiera sea este- de las sociedades avanzadas, ha corrido mucha tinta y muchas obras de arte, así como muchas modas que se basan en el historicismo evolutivo de la sociedad civil. El rol del cuerpo asumido en una sociedad institucionalizada, preconiza un ideal de emancipación de la discriminación y plantea la posibilidad de desarrollar y descubrir sus potencialidades mediante las técnicas que se van creando; todo esto con el fin de mejorar la calidad de vida y de desmitificar ciertos valores ortodoxos que se aplican a la propia visión que uno tiene de su cuerpo, valores muchas veces modelados bajo educación religiosa o dogmática.
Es importante señalar que el trabajo de Orlan se plantea conciente de la historia del cuerpo en occidente. Si bien no apela a un discurso de civilización, se remite a la cultura europea en todo momento, tomando como referentes la representación de la mujer a lo largo de la historia del arte occidental, así como en la actualidad. Es entonces cuando Orlan –mujer, artista- se autorrepresenta o autorretrata de manera que el cuerpo se transforme en discurso político, denunciando la institucionalidad artística -principalmente masculina- bajo distintos dispositivos: midiendo los espacios con su cuerpo, transformando el imaginario religioso de piedad y entrega femenina en su Vírgen Negra y Virgen Blanca, creando un traje de si misma para afirmar el hecho que el cuerpo es en sí una máscara o, recurriendo a la cita de la pintura, al transformar el célebre cuadro de Courbet El Origen del Mundo en El origen de la Guerra, donde en vez de representar la vagina de una mujer con las piernas abiertas, se representa el pene de un hombre con las piernas abiertas, en idéntica posición a la del cuadro de Courbet.
Las performances de cirugías estéticas que dieron forma a su manifiesto de Carnal Art y que hicieron conocida su obra a nivel masivo, tienen su raíz en todo el trabajo anterior, y en ellas reúne muchas de las obras que había realizado. Orlan se ha sometido a siete operaciones para cambiar su apariencia física de forma extrema –actualmente posee dos “cuernos” en su frente, que maquilla de color plateado para destacar- desarticulando el canon con el cual estas operaciones son utilizadas comúnmente. Es decir, no las utiliza para acercar su apariencia al modelo de belleza occidental.
Durante ésas performances ella se mantiene despierta, lee fragmentos de algunos autores y participa de diversa manera mientras los cirujanos van rediseñando su cuerpo. En su manifiesto, Orlan recalca dos cosas: Que lo que hace es un autorretrato clásico con nuevos medios técnicos, vinculando el desarrollo de los imaginarios a las técnicas; y que el arte carnal no investiga el dolor ni la redención por medio de este. Así, sus performances evidencian una profunda crítica a la concepción de cuerpo cristiano, que separa alma de cuerpo de manera que el dolor físico se convierte en una forma de redención, sinónimo del sufrimiento como camino al paraíso y modelo al cual se suscribe la religión predominante de occidente.
La ética es el dominio de la ironía, en cuanto a espacio de desarrollo y territorio, y el trabajo de Orlan puede entrar a dialogar directamente con la percepción personal del cuerpo cristiano desde una lectura paródica. Sin embargo, su propuesta va más allá de una cuestión de ideologías y se instala como una acción constante de reconocimiento en cuanto a mujer y artista, desplegando los límites de una sociedad acostumbrada a un modelo de belleza y de educación corporal, que establece vacíos muy grandes frente a los inminentes cambios que trae el conocimiento de la era del genoma y del ADN.
Para finalizar, una frase de la artista: “El ADN es el sinónimo de lo ultra conservador y de lo programado”
Más información sobre la exposición en:
http://www.museodeantioquia.org.co