Vea El Conjuro bajo su propio riesgo. Si sufre del corazón, no la vea. Antes de entrar a la sala, más de un espectador atormentado que vaya de salida le advertirá que este fenómeno cinematográfico es una verdadera pesadilla. Se estrena este 23 de agosto.

Por Iván Darío Hernández Jaramillo
@donivanchito

Es imposible no predisponer a nadie al hablar de El Conjuro, el largometraje de terror del director James Wan. Mientras más le adviertan que se pegará el susto de su vida desde la primera hasta la última escena, quizás más ganas le den de comprar la boleta. Pero antes, le aconsejo entrenarse un poco viendo las siguientes dos películas:

V/H/S 2. Sí, ya sé que la primera fue mala y que en Colombia tuvo un resultado muy pobre en taquilla, y seguramente esta segunda parte no llegará a las salas de cine locales, lo cual es una lástima. El segmento sobre una secta religiosa tailandesa, que dura media hora, es una experiencia realmente rayadora, brutal, enfermiza y sobre todo bastante asustadora.

Insidious. Hablando de James Wan, una de las mentes maestras detrás de la nueva camada de cine de terror, hay que decir que Insidious, cuya segunda parte podremos ver pronto en Colombia, es, junto con El Conjuro, una de las películas de terror que más sugestión y desespero puede generar.

Una vez superado este breve entrenamiento, créale a quien le advierta que El Conjuro está basada en una historia real, porque sí lo está, sobre todo en lo que respecta a Lorraine y Ed Warren, una pareja de esposos, ella médium y él demonólogo (ya fallecido), reconocidos investigadores paranormales que se vieron envueltos en varios casos de posesión. El guionista de esta película también se basó en el caso de los Perrons, una familia atormentada por la bruja Bathsheba, que en los tiempos de Salem sacrificó a su propio bebé para ofrecérserlo al diablo y, antes de ser colgada, maldijo a las generaciones venideras. La maldición consistía, según cuenta la película, en que en adelante las madres de familia sacrificarían, como ella lo hizo, a uno de sus hijos.

Ver El Conjuro es como mezclar los momentos más escabrosos de El Exorcista, de William Friedkin, con las apariciones de los fantasmas en pena de El Sexto Sentido, de M. Night Shyamalan. Por supuesto, tiene mucho de Insidious por el peligro que corren los niños cuando de una forma u otra tienen algún tipo de contacto con un ente demoníaco, y de The Possession, de Ole Bornedal (en la que actúa Matisyahu como un rabino), por ser capaz de convertir una sala de cine en el sitio más indeseado y al mismo tiempo más fascinante. Todas estas similitudes se quedan chiquitas al lado de esta obra maestra del terror.

Una vez vista, de noche, el público cargará en privado su propia cruz cuando las imágenes observadas y las imaginadas vuelvan a aparecer ante el asomo de cualquier crujir de puertas. No es broma, ninguno de los espectadores que la vio en el estreno para la prensa tuvo un solo momento de sosiego. Ese ambiente malsano de la casa de Los Perrons y la gran habilidad de James Wan para hacerlo sentir a uno pequeño, asustado y encerrado en presencia de un demonio sádico y de las animas sin descanso, son la fármula perfecta para vivir una experiencia masoquista.

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