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GRAVEDAD: PERDIDOS EN UNA PELÍCULA MAGISTRAL

Por Iván Darío Hernández Jaramillo
@donivanchito

No es solamente Sandra Bullock quien queda a la deriva, perdida en la inmensidad del universo, viendo a lo lejos, desde ese basto y mortífero sitio solitario un Planeta Tierra imponente, tan desafiante como precioso, un regalo tan cercano a la vista como físicamente inalcanzable.

¿Cómo es posible que una ficción nos quite el aliento para luchar por nuestras vidas? ¿En qué momento dejamos de estar sentados en la seguridad de una sala de cine, para creernos, literalmente, que estamos abandonados? Gravedad, de Alfonso Cuarón es una experiencia absorbente que desdibuja la línea divisoria entre las sensaciones simuladas y las reales.

Cierta impotencia se siente desde el principio de la historia, ya que de sopetón estamos flotando en el espacio. Vemos un gran planeta azul con varios de sus elementos: mar, continentes, huracanes, amaneceres, luces eléctricas, anocheceres solitarios. Pero no hay forma de entrar en ese caos que nos mantiene al interior con los pies en la tierra. Estamos inmersos en el cuerpo de la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock), pero es más como si estuviéramos viviendo, una vez más, eso que nos hizo padecer Julian Schnabel en La Escafandra y la Mariposa, encerrándonos en el cuerpo paralizado de Jean–Do, viendo, desde su encarcelamiento interior, todas las mejores cosas de su vida que no podrá volver a tener. Pero cuando aparentemente no hay más opción, su compañero, Matt Kowalski (George Clooney) aparece con una calma admirable y hermosa a mostrarle que, o bien se puede quedar haciendo nada, o empieza a luchar para saber, al menos por curiosidad, si hay algo más.

El factor esperanzador en esa tragedia lo da el propio Clooney, quien narra una y otra vez historias de aventuras por las que nadie le ha preguntado. Escucha tranquilo música country mientras se convence de que nunca ha habido mejor vista que desde allá arriba y que los amaneceres se ven únicos cuando llegan al Ganges. Cuando en el cuerpo de la doctora Stone -y en el nuestro- no queda aliento, la voz de Clooney aparece como un ángel inesperado, convenciéndonos de volver a ese temible, solitario y asesino espacio. Contándonos, que muy a pesar de esa odiosa y evidente muerte, más allá de ella hay una existencia que necesitamos seguir viviendo.

Así pues, Gravedad resulta, más que una película, una experiencia de vida y muerte más acá de la pantalla. Entre la realidad, la evidente ficción y la pesadilla, es también un sueño con carácter de obra maestra, que sin exagerar, se convertirá en la sucesora genial de todos los grandes clásicos cinematográficos sobre el espacio exterior.

 

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