El ilustrador paisa que convenció a Héctor Abad con sus retratos
En sus caminatas por el pueblo antioqueño donde viven sus abuelos, La Merced del Playón, este dibujante encuentra pájaros y animales silvestres que inspiran sus ilustraciones. Con sus trabajos, principalmente retratos, recrea la figura de los personajes y crea versiones inéditas de sus caras.
Alejandro García llegó a la ilustración por accidente. “Fui a visitar a una profesora de un taller de ilustración que vi en la universidad, Ana Cristina Vélez, y me chutó un encargo para un libro. Lo acepté y me entrevisté con el editor: Héctor Abad Faciolince”, recuerda. Para ese libro, una recopilación de cartas que le escribió el poeta colombiano Gonzalo Arango al columnista Alberto Aguirre, debió hacer un par de retratos y unas guardas.
"Fue muy bueno trabajar con Héctor Abad y le estoy muy agradecido, nunca me rechazó nada y me permitió desarrollar cada encargo a mi manera; eso hizo que aumentara mi confianza a pesar de no tener experiencia", reflexiona sobre sus inicios. El apoyo del autor de El olvido que seremos fomentó su pasión por mezclar el dibujo con la literatura.
Ese fue el arranque de este ilustrador paisa de 33 años, que se graduó de Licenciatura de Educación y Artes Plásticas en la Universidad de Antioquia en el 2005, donde recibió una formación tanto artística como pedagógica. Eso le valió para ser profesor, hasta 2011, en la caja de compensación Comfam, cuando debía viajar a escuelas rurales e interactuar con niños y jóvenes, y podía recordar sus años de estudiante.
Pero lejos de la academia, la inspiración la encuentra en los viajes que hace cada 15 días a la finca de sus abuelos en La Merced del Playón, un pueblo de tres calles cerca al municipio de Liborina, en el occidente de Antioquia. Estando allí, realiza caminatas en las que observa y retrata aves que después usa como referencia para sus dibujos, que ya han servido para ilustrar publicaciones de la Fundación Argos, el Fondo Editorial de la Universidad EAFIT, la Revista de Psicología de la Universidad de Antioquia y Editorial Planeta.
A pesar de sus continuos ejercicios con la cámara, no se considera un buen fotógrafo, pero sí un buen recolector. Todas las piedras que le gustan, las plumas de pájaros y las corazas de los animales que han mudado de piel o caparazón las mete en una maleta para asegurar el material para ilustrar, un oficio en el que no se ve a sí mismo como un duro.
"No me considero un ilustrador experto, soy un dibujante que desde su oficio se defiende en la ilustración, pues es todo un mundo", dice Alejandro, que ha podido mostrar su trabajo en la Galería de la Oficina, una de las galerías más importantes de Medellín, y en La Estampa, un taller de impresión tradicional de grabado.
Alejandro tiene una técnica de realismo a base de lápiz sobre papel. "En los retratos de autores casi no tengo posibilidad de inventar; casi todos son construcciones a partir de varias fotografías del personaje con las cuales recreo una versión original e inédita del autor”, explica.
Ha hecho pocos proyectos a color. Uno de ellos, ‘Cartas desde la Nueva Granada’, es un retrato de Van Rensselaer, un norteamericano que estuvo en Colombia en los años siguientes a la independencia. La ilustración es una reconstrucción del retrato del personaje a partir de un grabado, que es la única imagen que se tiene de él.
“En varias ocasiones me ha tocado reconstruir a los personajes a partir de descripciones escritas y pinturas primitivas, es casi como hacer un retrato hablado”, reflexiona Alejandro, que con este trabajo quiso transmitir la exuberancia del paisaje colombiano de esa época.
En este momento trabaja en el proyecto ‘Savia Botánica’, un inventario botánico del país con el que busca acercar a las personas a la botánica. En el libro se reseñan las plantas que se usan para hacer música, las que son medicinales, las que figuran en los mitos tradicionales y las que hacen parte de la gastronomía colombiana.