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Las drogas en los libros de Welsh

Estas cinco escenas fueron extraídas de diferentes publicaciones del polémico autor de Trainspotting. Ilustraciones inspiradas en una obra llena de cinismo, adicción, pesimismo y lujuria, ingredientes que convirtieron al escocés Irvine Welsh en un escritor mundialmente reconocido. 

Sebastián Aldana Romero

Irvine Welsh tenía unos 20 años cuando empezó a consumir heroína. Aunque logró desengancharse con facilidad de la adicción, en sus libros (más de una docena publicados a la fecha) abundan los personajes devotos de las sustancias psicoactivas. “Si todo es feliz y la gente sonríe, nunca pasará nada”, afirmó el escritor de 56 años hace unos meses en una entrevista.

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Son los protagonistas de su novela Trainspotting (Anagrama, 1996) los más recordados por el público, en gran parte gracias a la adaptación fílmica que hizo Danny Boyle, en 1996. Aunque en la película de Boyle no se menciona, la “Madre Superiora”, dealer de Renton y del resto del grupo, pierde una extremidad a causa del consumo. Sacándole provecho a su desgracia, el hombre idea una estafa para reunir dinero y así agregarle un poco de cyclozine a la metadona que le suministraba el Estado

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La metadona y el cyclozine combinados; ya te digo, tío, ¡joder! Me limito a bajar, coger mis gelatinas de la clínica, y después ir a ver a alguno de los chicos que reciben prescripción de cyclozine. Se lo dan a los pobres cabrones que tienen cáncer, a causa del sida.
La ‘Madre Superiora’ hablando con Renton

El descaro del jíbaro de Trainspotting, comparado con la perversidad del sargento Bruce Robertson, villano que protagoniza la novela Escoria (Anagrama, 2000), es apenas un acto de mal gusto. En uno de los capítulos, Robertson y otro policía se esnifan un par de rayas de coca y luego irrumpen en el domicilio de un yonqui que está a punto de tener sexo con una jovencita. El sargento encuentra unas pastillas de MDMA en el bolso de la chica y saca provecho de la situación.  

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¡Chupa, pequeña zorra de mierda, o tu viejo sabrá que eres un puto pendón traficante!


“Si todo es feliz y la gente sonríe, nunca pasará nada”, afirmó el escritor de 56 años hace unos meses en una entrevista


En el libro de relatos Acid House (Anagrama, 1997) persiste la ironía y el humor negro, aspectos propios de la obra de Welsh. El cuento La mierda de la abuelita es un gran ejemplo: un heroinómano visita a su abuela sin otra intención que robarle dinero y se entera de que ella es dealer

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Abuela: ¿Tienes herramientas?
Nieto heroinómano: .
Abuela: Pues prepara un chute, haz algo útil.

En ese mismo libro, un jugador de fútbol, también adicto a la heroína, camina por un parque a las tres de la mañana. Llueve y caen relámpagos, pero los efectos de la droga que se ha metido lo confunden y cree que el clima es en realidad una serie de alucinaciones. Cuando uno de los rayos lo alcanza, el hombre parece arrepentirse de su adicción. El cuento, al igual que el libro, se titula Acid House

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Ha sido una locura meterme el segundo tripi. Los efectos visuales son demasiado.
Esta mandanga es increíble ¡Cuando se me pase, se acabó, joder, he terminado para siempre!

Pensamientos del jugador de fútbol

Skagboys (Anagrama, 2014) es la precuela de Trainspotting. En ella, Welsh relata la inmersión de Renton, Sick Boy y Spud en el mundo de las drogas duras. Esta es la aproximación visual del primer chute de los famosos personajes de Welsh; algunos de ellos no estaban seguros de hacerlo.

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Me abruma la sensación de que todo está, ha estado y estará perfectamente. Me recorre un estado de puro éxtasis, de euforia , como la luz del sol sobre la sombra, y eso hace que las cosas no sólo estén bien, sino del todo bien.
Pensamiento de Rent Boy tras el primer chute

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